lunes, 9 de julio de 2007

La que se nos viene encima

Leyendo que el zoo de Madrid contará con dos nuevos ejemplares de oso panda a partir del próximo mes de septiembre, he recordado cuando, a la muerte de su antecesor Chu-Lin, algún amigo me llamó para felicitarme. Porque yo odiaba a aquel oso, en un claro ejemplo de fobia visceral que me resulta difícil de explicar. Quizá lo que realmente me sacaba de mis casillas era el estrellato del pobre bicho y la tontería generada a su alrededor, empezando por su congénere Álvarez del Manzano, esa especie de Yogui trajeado que los madrileños padecimos como alcalde durante tanto tiempo.

El caso es que ibas al zoo y éste giraba en torno al puto Chu-Lin, que tenía la jaula más grande, mejor acondicionada, más estratégicamente situada y, por supuesto, con mayor número de visitantes de todo el recinto. Y al oso todo aquello se la sudaba a dos manos, dedicado a comer bambú con aire cansino y a rascarse la prominente barriga. Entretanto, compañeros mucho más pizpiretos y agradecidos que él, como los babuinos onanistas, los gorilas sacamocos, las simpáticas jirafas o los elefantes comedores de cacahuetes -junto al inevitable cartel de “Por favor, no alimenten a los animales”, que todo el mundo se pasaba por el forro- languidecían sin que nadie les prestara la suficiente atención. La tontería llegó a tal extremo que, cuando Chu-Lin se fue al cielo de los pandas, se recaudaron fondos para erigirle una estatua y se editó el sin duda fascinante libro “Chu-Lin, el panda de España”, que, de no haber palmado, le habrían llevado a firmar a la Feria del Libro.

Soy de los que opinan que lo mejor que puede pasarles a los animales es estar lo más lejos posible de los seres humanos. Dicho lo cual, entiendo que hay numerosas excepciones -domesticación desde hace milenios, riesgos de extinción, etc.- que hacen necesaria la supervisión humana. Y, por lo que leo en Internet, parece que en una de estas situaciones se encuentran los osos panda, ya que sus ejemplares macho presentan, atención, “pereza sexual”. En otras palabras, que pasan de follar como de comer paella y hay que animarlos. En un zoo de Tailandia, por lo visto, han probado hasta con vídeos porno, pero ni por esas. ¿Puede haber un animal más tonto?

Creo, pues, que no odiaba al pobre Chu-Lin, que bastante tenía con lo suyo, sino lo que representaba. Como odiaré la que se montará cuando lleguen sus dos compatriotas a morirse del asco en Madrid. Se harán gorras y camisetas con su efigie, figurarán en las guías turísticas de la ciudad junto al Museo del Prado o el Palacio Real, poblarán carteles y vallas publicitarias... y ellos seguirán allí, impasibles, comiendo bambú y follando menos que el Fary en el Cielo.

martes, 26 de junio de 2007

Expresiones y palabras odiosas (II)

Me cuenta una compañera que el otro día estuvo en Leroy Merlin, un sitio que me prohíbe mi religión, y oyó a un tipo dirigirse a su mujer, novia, pareja, compañera sentimental o como coño se considere a sí misma esta fauna, con el cariñoso apelativo de “Chocho”. Y que la interfecta, lejos de crucificarlo con los primeros tableros contrachapados “córtelos-usted-mismo-haciendo-cola-delante-de-un-mostrador-en-el-que-no-hay-nadie-atendiendo” que tuviera a mano, le siguió el rollo como si tal cosa. Así que heme aquí con una segunda lista de expresiones y palabras odiosas, continuación de la iniciada en abril.

- “Chocho”.
La crucifixión sin tortura previa me parece benevolente para un hombre que se dirige con este apelativo a una mujer. ¿Qué tal someterle a una charla con Sánchez Dragó sobre la metonimia como figura retórica consistente en la denominación de la parte por el todo?

- “Estoy de lunes”.
Pues muy bien. ¿Y? ¿Quieres decir que estás amargado porque se ha acabado el fin de semana y tienes que retomar tu patético trabajo? Pues dilo, hombre, dilo, que hay tiempo. No sé por qué, pero la expresión “estar de lunes” me repatea. En todo caso, sería mucho más conveniente “estar de domingo por la tarde”, en alusión a ese estremecedor momento del fin de semana en el que, de repente, te vuelves consciente de estar atravesando la frágil y tenebrosa frontera que separa la felicidad dominical del sinsentido laboral.

- “El fútbol es así”.
La actividad de once multimillonarios en calzoncillos dándole patadas a un balón frente a otros once multimillonarios en calzoncillos no debería dar para mucho. Sin embargo, llena, a diario, cientos de páginas y de espacios radiofónicos y televisivos. Y claro, las conclusiones a las que acaba conduciendo son tan fascinantes como esa: “el fútbol es así”. Y el tenis asá y el piragüismo acullá, digo yo.

- “Pues, si aquí hace este calor, en Madrid se estarán asando”.
Es una expresión muy madrileña. Mejor dicho, muy de los madrileños que se van de vacaciones a la playa y, comentando las altas temperaturas en ésta, tienen un entrañable recuerdo para aquellos de sus conciudadanos que siguen descornándose en la capital. En otras palabras, “Jódete, que hace un calor infernal y yo estoy en la playita mientras tú curras”.

- Cosillas de curas y el más allá.
Me refiero a todas esas expresiones que utilizan los curas en funerales y entierros para consolar a los familiares del difunto, resumibles básicamente en que "se ha ido a una vida mejor”. Aunque soy ateo, respeto enormemente la religión católica, en tanto que me reconozco parte de, entre otras, su herencia cultural. Pero, !ay, ese estúpido consuelo! El escritor C.S. Lewis -un autor cristiano, por otra parte- escribe en su libro “Una pena en observación”, dedicado a la muerte de su mujer y en el que se basa la película “Tierras de penumbra”, que le resulta imposible creer que su compañera de tantos años no haya sufrido al separarse de él, por muy estupendo que sea su nuevo “hogar”. Cuestión difícil de entender para un cura, supongo, por aquello del celibato. Además, si el otro mundo es mejor que éste, no suicidarse sería de tontos, ¿no?

jueves, 21 de junio de 2007

Deconstruyendo tortillas

Ferrán Adriá es a la gastronomía lo que muchas vanguardias a la pintura moderna. Coges un cuadro pintado por un chimpancé con parkinson, lo dejas en tu casa y no es más que eso: un cuadro pintado por un chimpancé con parkinson. Sin embargo, lo cuelgas en una galería de arte, le pones un precio de 20.000 euros para arriba y colocas a cada lado a un “moderno” con gafas de pasta haciéndose pajas sobre “la simbiótica relación entre potencias cromáticas en tanto que metalenguaje revelador de las sinuosidades más profundas del alma”… y a la mayor parte de los idiotas que desfilan por delante les parece aquello una obra de arte. Pues el señor Adriá hace lo mismo. Cocina platos como la espuma de zanahoria, los canutillos de aceituna o el no-sé-qué-coño con nitrógeno líquido, mete unas clavadas por ellos que ríete tú del kilo de angulas y a ver quién le niega el título de mejor cocinero del mundo.

El que suscribe ha tenido el dudoso placer de probar, por ejemplo, su famosa “tortilla de patatas deconstruida” o “tortilla del siglo XXI”, una especie de líquido amarillento con tropezones negruzcos que se degusta en copa de cava y con una cucharilla de mango largo. A simple vista, cuanto te lo sirven, parece como si el camarero acabara de potar las natillas del almuerzo en el primer recipiente que tenía a mano. El caso es que el mejunje en cuestión sabe a tortilla de patatas. ¿Por qué “deconstruirla” entonces? (hasta el corrector del ordenador, consciente de la gilipollez del asunto, me cambia “deconstruir” por “reconstruir”). Es más: preparas una tortilla de patatas en tu casa, la colocas encima de una mesa, la emprendes a martillazos con ella y el resultado, si no igual, se le parece bastante, con la ventaja de costar unas 20 veces menos.

Lo curioso es que deconstruir tortillas de patatas, además de hacerle a uno multimillonario y famoso, le otorga determinados derechos. Sirva esta bella anécdota como cierre de una entrada breve pero contundente cual croqueta de cocido: servidor de ustedes quedó un día en un sitio megapijo de Madrid, en el que es obligado el uso de corbata, con una de sus responsables de eventos. Tenía la sola intención de ver una sala para un posible banquete. Es decir: llegar, subir unas escaleras, asomarme a un cuartucho repolludo y pirarme. Lógicamente, en plena ola de calor y para lo que prometía ser una cortísima estancia, pasé de ponerme tan incómoda prenda al cuello. La invididua me lo reciminó, pero tuve la inmensa fortuna de que en esos momentos pasara junto a ambos el mejor cocinero del mundo, también sin corbata. Alcé los brazos y di gracias a Dios por aquella inesperada posibilidad de ponerme farruco con una cretina (que no Farruquito, aunque la hubiera atropellado a con sumo gusto): “Me parece muy bien lo que me estás diciendo, pero espero que se lo repitas palabra por palabra a ese señor”. Adriá se largó sin su charla y la mía, evidentemente, cesó.

miércoles, 13 de junio de 2007

Personajes insultantes

Tras la entrada sobre series estadounidenses, una sobre las españolas. Como en este caso es mucho más fácil recordar producciones malas, me resulta más entretenido desvariar sobre sus personajes más insultantes.

- “Gasofa”, en “Lleno, por favor”.
Sin duda, el número 1 del ranking. Micky Molina, abominable actor, encarnaba a “Gasofa”, dependiente de una gasolinera -comandada por Alfredo Landa- sobre la que pivotaban las desquiciadas tramas de este engendro televisivo. Estereotipo del chuleta macarra de buen corazón, daban ganas de rociarlo con gasolina y prenderle fuego cada vez que abría la boca.

- “Chusky,” en “Periodistas”.
Otro chuleta de barrio reconvertido en ser entrañable. Trabajaba en la redacción como chico para todo tras ser sacado del arroyo por Luis, el único redactor jefe de Local con despacho y secretaria propios de España. En agradecimiento, “Chusky” se follaba a su hija adolescente. Eso es un amigo y lo demás son tonterías. No recuerdo bien cómo acababa el asunto, pero sí que este personaje con nombre de perro y un permanente pañuelito macarrónico al cuello -demasiado poco apretado- era ascendido con el transcurrir de la serie a soplón oficial: le ponían mesa propia y un escáner para pillar la emisora de la Policía.

- El sargento Romerales, en “Farmacia de guardia”.
Este policía municipal cascarrabias pero -sí, ¡otra vez!- entrañable iba siempre acompañado por esa actriz cuyo nombre no recuerdo pero que salía también en “Verano azul” y que se parece un huevo a Maria Jesús la del acordeón. Su gran aportación a la serie se producía cada vez que intentaba entrar en la farmacia, equivocándose al tirar de la puerta, graciosísimo momento que se veía potenciado cuando el resto de los personajes gritaba a coro: “¡Hacia dentro, Romerales!”. Intento acordarme también de una de las ayudantes de Concha Cuetos, cuyo timbre de voz y anormalidad patente generaban unas irrefrenables impulsos de estrangularla con el aparato para tomar la tensión, pero no consigo ni visualizar su cara, demostración evidente de la capacidad del cerebro para eliminar excrecencias.

- Ana Obregón, en cualquiera de sus series.
Sin necesidad de comentarios.

- Chechu, el abuelo y la Juani, en “Médico de familia”.
Aunque todos los personajes de esta serie hacían que el término genocidio adquiriera un sentido positivo, los tres mencionados se imponían sobre la cochambre general. Chechu era el hijo mediano de Emilio Aragón, un niño asqueroso cuya gran labor existencial consistía en beber leche Puleva en los desayunos, procurando que los espectadores vieran bien la marca (“product placement” le llaman a esta sutil estrategia los entendidos en marketing). El abuelo debería haber muerto en la guerra civil, pero seguía vivito y porculeando, hablando a sus familiares en un tono tan paternalista y arrastravocales (“Miraaaaaa, Chechuuuu, lo que le pasa a tu padreeeee…”) que no se entiende cómo estos no lo ingresaban en el asilo más ilegal. ¿Y qué decir de la Juani? Otro estreotipo: la chacha andaluza, malhumorada pero “mu” buena gente. Sus peinetas imposibles, sus mandiles del Pryca, su tono de voz –tres veces por encima del umbral de tolerancia del oído humano-, su estrechez cuando su novio, el Poli -otro que tal-, intentaba darle un simple beso en la cocina… todo en ella invitaba al asesinato.

- Arturo Fernández as himself.
O sea, Arturo Fernández en todas las series que protagoniza, porque haga de empresario, de cura, de playboy o de cantante de boleros, este hombre siempre se interpreta a sí mismo y se dirige con el aborrecible “chatina” a cuanto personaje femenino le pongan delante.

- “Quique”, en “Verano azul”.
¿Por qué tuvo que morir Chanquete y no él? Aunque dudo que sepáis de quién os hablo, porque es el personaje más olvidado de la historia de la televisión. Todo el mundo se acuerda de Javi, el mayor chulito; de Pancho, el chico del pueblo; de Bea, la tipa con la que éste arrimaba cebolleta en una mítica escena a lomos de un caballo; de Desi, la feúcha con problemas de autoestima; de Tito, el pequeño “salao”, y, por supuesto, de Piraña, el gordito que sudaba como un cerdo pedaleando por las cuestas de Nerja… ¿pero qué pasa con el séptimo en discordia? Pues que no hizo nada en toda la serie para merecerse el recuerdo del espectador. El papel de este auténtico perdedor consistía, sencillamente, en “to be”, es decir, ser y estar. Prueba de su inanidad es la práctica inexistencia de fotos suyas en internet. La que ilustra esta entrada es la única que he encontrado vía google, y encima con un humillante montaje "antes y después", en el que curiosamente sale ganando el "antes".

lunes, 4 de junio de 2007

Aquellas ¿maravillosas? series

Alguna vez he oído a gente de mi generación que ya no se hacen series de televisión como las de antes. Por supuesto que no: las de ahora son mil veces mejores. Donde estén “Los Soprano”, “Weeds”, “A dos metros bajo tierra”, “Roma” y producciones similares -sobre todo de Santa HBO-, que se quite cualquier otra. Si los treintañeros añoramos las que emitían en nuestra infancia es por una simple cuestión de nostalgia. Porque a ver quién es el guapo que se tragaría ahora una temporada completa de alguna de las siguientes, por poner cuatro ejemplos:

- “El equipo A”.
Un puto listo fumapuros, un loco sin -a diferencia de otros lunáticos televisivos o cinematográficos- la menor gracia, un chuloplayas de Benidorm y un forzudo negro con más oro en el cuello que la selección española de baloncesto. Estos cuatro impresentables componían “El equipo A”, una supuesta banda mercenaria que más parecía una ONG, porque jamás cobraba a quienes la contrataban. Lo curioso es que, siendo repulsivos sus integrantes, las aventuras del conjunto resultaran tan entretenidas, aunque sólo fuera para comprobar cómo hacían los guionistas en cada capítulo para que no muriera nadie. Ya podían disparar a un coche con un bazoka y hacerlo saltar por los aires que, tras aterrizar y dar siete vueltas de campana, los malos salían sacudiéndose el polvo de los pantalones. Eso sí, agotados para continuar la lucha. En cualquier caso, aun siendo un niño entregado, cada vez que Aníbal se llevaba el puro a la boca y decía aquello de “Me gusta que los planes salgan bien” (plan que, como mucho, había consistido en pintar cuatro flechas en una pizarra), me daban ganas de descuartizarlo. El capítulo más friki: uno en el que salía Boy George cantando “Do you really want to hurt me” (¿acaso tenía más canciones Culture Club?).

- “El coche fantástico”.
David Hasselhof en plena efervescencia juvenil antes de competir en tetas con Pamela Anderson y en beber con Charles Bukowski. Otro al que daban ganas de estrangular según aparecía en pantalla enfundado en esa ropa de cuero siete tallas más pequeña, pegando grititos cuando Kit saltaba sobre el coche de los malos y hablando por un reloj recién comprado en el Pryca. El mejor era el jefe, un tal Debon que perdía más aceite que todos los vehículos de la serie juntos. Su especialidad era dar una orden a Michael para que éste se la pasara por el forro, incumpliéndola sistemáticamente. Y claro, si al final siempre ganaba Michael, ¿para qué coño servía Debon? Pues para viajar por todo Estados Unidos dentro de un camión hortera, acompañado de la buenorra de turno (que tampoco era para tanto, pero a esa edad nos ponía hasta la abeja Maya). El capítulo más friki: uno -o varios, no recuerdo- en que a Kit le salía un alter ego malvado. Las caras de conflicto interior de Michael/David Hasselhof eran impagables.

- “V”.
Cágate, lorito. O lagartito. Porque no otra cosa resultaban ser los inicialmente amistosos invasores del espacio: unos lagartos asquerosos que comían roedores como el que se harta de pipas. El protagonista era, en esta ocasión, un cámara de televisión que, de buenas a primeras, sabía varias artes marciales, pilotar helicópteros y disparar lanzacohetes. Junto a él, la protagonista, una rubita medio lela a la que daba mil vueltas la mala, una tal Diana que se relamía eróticamente los labios, la muy guarrona, tras la ingesta de cada ratoncito. Por lo demás, efectos especiales marca ACME y tramas disparatadas. Si se sometiera a votación el capítulo más friki, saldría elegido el del nacimiento del hijo que tenían una humana y un lagarto, encarnado por el mismo actor que hacía de Freddy Krueger, pero a mí me impactó más otro: uno en el que una cadena de televisión conectaba con su corresponsal en España, que contaba cómo un líder patrio había proclamado la revolución contra los invasores extraterrestres al grito de “España para los españoles”, lo cual hoy resultaría políticamente incorrecto a más no poder.

- “Corrupción en Miami”.
Un par de policías, cuya vestimenta se adelanta en 20 años a la de Beckham o Guti, recorre Miami a la caza de camellos, proxenetas y viciosos de toda índole. Su jefe, el teniente Castillo, no sonríe jamás por mucho que bromeen con él Sonny y Ricardo Tubbs, quienes, por otra parte, no tienen ni puta gracia. Porque aquello no era ni una comedia, ni una de polis, ni una de aventuras, ni un drama… ¿Qué coño era? Una especie de videoclip con una dirección artística que ya la quisiera para sí el escaparatista de Bershka. El capítulo más friki: el de la muerte de Ricardo, con ese pedazo de actor, Don Johnson, paseando sus penas por la playa, descalzo y cabizbajo, cual mezcla entre Julio Iglesias y uno de esos tipos que van de público a los programas de teletienda estadounidenses.

lunes, 28 de mayo de 2007

El político del día

En España, acaban las elecciones y comienzan las erecciones, es decir, las pajas mentales de los partidos políticos para demostrarnos que han ganado todos (salvo Simancas y Sebastián, que lo suyo no lo salva ni el mismísimo Onán). Como las declaraciones de esta chusma no tienen el menor interés, pienso en otra erección: la que ha debido de lucir el cadáver de Toshikatsu Matsuoka, que ya se sabe que todos los ahorcados mueren empalmados.

¿Que quién es este hombre? Pues, a mi juicio, el político del día: el (ya ex) ministro de Agricultura japonés, al que han encontrado colgando de una cuerda antes de una sesión del Senado de su país en la que debía declarar por supuesta malversación de fondos públicos. En concreto, según elmundo.es, “ha sido acusado de aceptar donaciones por parte de empresarios que optaban a proyectos públicos dependientes de su departamento y de no dar una explicación clara de elevadas partidas presupuestarias de su Ministerio”. Así que, en plena resaca postelectoral y en esta vorágine de triunfalismos y sesudos análisis de tertulianos y otros animales, me he descubierto a mí mismo más interesado en la política de Japón. La reflexión me ha resultado inevitable: ¿te imaginas que todos los consejeros y concejales españoles que aceptan “donaciones” de constructores y promotores siguieran el ejemplo del señor Matsuoka? No quedaba ni el Tato, ese amigo de Rajoy al que tanto gusta de referirse.

Por desgracia, las posibilidades de que ocurra algo así son ínfimas. Si nuestros políticos no dimiten ni aunque quintupliquen sospechosamente su patrimonio en cuatro años de mandato, ¿cómo pretender que se suiciden? A lo mejor es que no se lo ponemos fácil. En la antigua Roma, por remontarnos a nuestros sabios ancestros culturales, a los altos cargos pillados con las manos en la masa se les ofrecía la salida honrosa de acabar con su propia vida, en vez de a manos del verdugo o el centurión de turno. Y, si no tenían espada, se les prestaba una.

Combinando este ejemplo con el del ministro nipón, propongo la instalación de una horca en el despacho oficial de todos los consejeros y concejales que van a tomar posesión en los próximas días. Así, si les pillan y se les pasa por la cabeza la posibilidad de colgarse, podrán hacerlo en el momento, sin tiempo para arrepentirse. Esta sugerencia conlleva, además, la creación de puestos de trabajo, ya que un cuerpo de funcionarios especializados velaría por la colocación, mantenimiento y supervisión de las horcas. Está por ver si tales competencias se centralizarían a nivel estatal o se transferirían a las comunidades autónomas (en cuyo caso, en Cataluña sólo podrían ejercer el nuevo cargo de "hanging monitor" quienes tuvieran el título 3 de catalán hablado y escrito).

El problema, imagino, vendrá por otro lado. Pasados los comicios, terminará la fascinante guerra mediática por desvelar los casos de corrupción del oponente y minimizar los propios. Entretanto, maletín mediante, la costa española seguirá enladrillándose hasta que el cambio climático ponga las cosas en su sitio y quienes hoy acuden al reclamo de la primera línea de playa se sorprendan veraneando en segundo nivel bajo el agua.

P.D.: Si, en vez de colgarlos, a todos estos corruptos, especuladores y -en expresión de su santo patrón, Jesús Gil- "babiosos" los crucificaran como al final de la película "Espartaco", uno detrás de otro a un lado de la carretera, ¿hasta dónde llegaría la fila?

miércoles, 23 de mayo de 2007

La madre de todas las fobias

Se me pueden tocar los webs de muchas formas, pero, si alguien quiere verme perder los papeles de verdad, no tiene más que soltarme expresiones del tipo “el trabajo te realiza como persona”, “si no trabajaras, te aburrirías”, “qué satisfacción da el trabajo bien hecho” (como si a alguien le pagaran por hacerlo mal) y similares, porque mi gran fobia, mi FOBIA en mayúsculas y con todas las letras, es, precisamente, el trabajo, el dedicar imperativamente ocho horas diarias, de lunes a viernes y hasta que cumpla los 60 y pico, a algo que me aburre soberanamente, no me realiza y, por supuesto, ni por asomo me satisface.

Si, de aquí al día de mi muerte, no hiciera más que todas las cosas que me he propuesto antes de palmarla, ya no me daría tiempo, con lo que cada hora de trabajo me des-realiza, pues es una hora menos para tantos placeres, inquietudes y ocurrencias que sí me llenan como persona (bien pensado, lo de “realizar” queda más pedante que Juan Manuel de Prada en un congreso de semiótica). Y eso que laboralmente no puedo quejarme: no me levanto todos los días a las cinco de la mañana para jugármela en una mina, ni me hago cientos de kilómetros en un camión, ni me deslomo en una plantación de fresas, sino que me dedico a lo que estudié, cobro un buen sueldo y cumplo mi horario a rajatabla. Pero, aun así, sería infinitamente más feliz sin trabajar.

Uno de los pocos planteamientos razonables que contiene la Biblia es la consideración del trabajo como un castigo divino. Recordemos: Adán y Eva están tan contentos, retozando en pelotas entre los arbustos y dando nombre a los animalitos (debían de tenerle manía al "ornitorrinco", por cierto) y, cuando ella se come la manzana, ¿cuál es la penalización? Ser expulsados del Paraíso y ganarse el pan “con el sudor de su frente”. O sea, currar.

Nuestra propia cultura grecolatina lo deja bien claro. Negocio viene del latín “neg-otium”, es decir, negación del ocio, quedando establecida así, al menos etimológicamente, su superioridad sobre el trabajo. Aunque, claro, nuestros ancestros griegos y latinos tenían esclavos, y así cualquiera. Si me regalaran encadenados a dos seres claramente inferiores, digamos Alfredo Urdaci y María Patiño, los pondría a trabajar para mí y también me pasaría el día filosofando, construyendo coliseos o luciendo palmito en el paso de las Termópilas.

En nuestro mismísimo Siglo de Oro, el trabajo estaba socialmente muy mal visto. Velázquez, para conseguir que le ordenaran caballero de la Orden de Santiago, tuvo que demostrar que no había realizado actividad manual alguna en su vida, que lo suyo era -nunca mejor dicho- por amor al arte. Y anda que no le costó: la cruz de Santiago que luce en “Las meninas” se la pintaron una vez muerto, porque hasta última hora estuvo batallando para que se la concedieran.

Como demostró Max Weber en su “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, toda la culpa es de los putos herejes. En España siempre hemos sido de desayuno tardío, siesta y tertulia y ahora estamos entre los países europeos que más horas echan en la oficina (me parece que, como acostumbran en todo ranking negativo, Portugal y Grecia nos superan), influidos por tanto calvinismo y tanta santificación del trabajo.

En resumidas cuentas, aconsejaría sospechar de todo aquel que diga no trabajar exclusivamente por el dinero. Seguro que oculta alguna perversión extraña. Y si es uno de esos que salen en la tele el día de la lotería de Navidad declarando que, aunque le han tocado sopotocientosmil millones de euros, seguirá trabajando, mi recomendación pasa por el robo y el asesinato con tortura previa, pues resulta evidente que no merece vivir.

lunes, 14 de mayo de 2007

Películas para acríticos

O sea, películas que uno no comentaría en una reunión con críticos de esos que se pajean con el cine iraní o para los que "Babel” es el “paradigma de la deconstrucción narrativa” pero que, por más que las ponen en la tele, no puede dejar de ver.

- "Aterriza como puedas".
El surrealismo hecho película. Ese comandante preguntando al niño que visita la cabina si ha estado alguna vez en una prisión turca, esa azafata que ofrece a una anciana interesada en leer algo el folleto “Viejas leyendas de deportes judíos”, esa histérica ante la que el resto de pasajeros hace cola para hostiarla, ese Karim Abdul Jabbar saliendo a rastras con el uniforme de los Lakers, esas conversaciones del tipo: “Debemos aterrizar lo antes posible, hay que llevarlos a un hospital” / “¿Qué es, doctor?” / “Un gran edificio blanco lleno de camas y enfermos, pero eso no importa ahora, señorita...” Podré verla mil veces y me seguiré riendo con escenas como éstas, aunque me las sepa de memoria (o precisamente por ello).

- "Top secret".
De los mismos y, por tanto, igual de surrealista: el vendedor ambulante que ofrece “zurullos de coña”, la presentación de los miembros de la Resistencia francesa (Café au lait, Croissant, Canapé, Tour Eiffel…), “aquella-cuyos-senos-desafían-la-ley-de-la-gravedad”, la abuela en taca-taca que responde a la llamada que debe anular una ejecución, el guerrillero que estornuda y, al ver el “resultado” en sus manos, se tira por la ventana…

- "Granujas a todo ritmo".
Patética traducción de “The Blues Brothers”, pues de ellos trata la película, de los hermanos Jack y Elwood Blues, creados por los actores Dan Aykroyd y John Belushi para resucitar los grandes clásicos del soul en giras organizadas al efecto en Estados Unidos. El planteamiento es simple: tras la salida de la cárcel de Elwood, éste tiene una visión: han de reunir a la banda para recaudar fondos con los que salvar el orfanato en el que estuvieron de niños. En el camino, se toparán con Aretha Franklin, Ray Charles o James Brown; serán perseguidos por músicos country, nazis y policías; intentará asesinarlos la exmujer de Jack, interpretada ni más ni menos que por Carrie Fisher (la princesa Leia)… y todo ello sin quitarse en ningún momento los sombreros, las gafas de sol y los trajes negros, copiados por “Caiga quien caiga”, y sin que dejen de sonar clásicos como “Think”, “Sweet home Chicago” o “Everybody needs somebody to love”. Dicen que la persecución de coches del final es la mejor de la historia del cine.

- "Forrest Gump".
Es original la idea de repasar la historia reciente americana de la mano de un retrasado mental, atribuyéndole algunos hitos de la misma y presentándolo como el único personaje con principios sólidos, capaz de saltar de su barco en marcha porque le gritan desde la orilla que su madre se está muriendo. Otras escenas favoritas: la de Forrest dando de hostias a un líder de los “panteras negras” que osa pegar a su amada, la de los frikis que lo convierten en una especie de líder espiritual por dedicarse a correr de costa a costa, la de su creación accidental del icono Smiley…

- "Un día de furia.
¿Cómo no sentirse identificado con el protagonista? ¿Cuántas veces hemos sentido ganas de amenazar con una recortada al típico dependiente o funcionario incapaz de saltarse una norma por muy lógico que resulte hacerlo, como la camarera de la hamburguesería que se niega a servir un desayuno a Michael Douglas por pasar dos minutos de la hora estipulada? ¿Hasta qué punto deseamos los madrileños disponer de un bazoka con el que volar alguna de esas aceras levantadas una y mil veces por tanta obra? ¿Qué no daríamos por acojonar con nuestro arsenal a los despreocupados usuarios de un campo de golf construido, especulación mediante, sobre lo que antes era un parque infantil?

- Las de Bud Spencer y Terence Hill.
Es decir, “Y si no, nos enfadamos”, “Estoy con los hipopótamos”, “Dos superpolicías” y tantas otras películas increíblemente malas pero, como pocas, capaces de provocar tanta nostalgia a un treintañero. Ahora resultarían políticamente incorrectas, porque el tema, siempre el mismo, radicaba en la resolución de conflictos a bofetada limpia, pero ¡qué bofetadas! Con la mano abierta y hacia abajo las de Spencer; con todo tipo de objetos (sartenes, palos de billar, raquetas…) las de Hill. Recuerdo que, en el colegio, nos invitaron a todos los alumnos a ver una de sus películas, no recuerdo cuál. El caso es que, en un momento determinado, después de que el malo –un comisario corrupto o algo así- le hubiera estado tocando las pelotas durante todo el metraje a Bud Spencer, éste le metía un soplamocos que lo dejaba tumbado y que todos los espectadores esperábamos como agua de mayo. ¡La sala estalló en aplausos y hurras! ¿Dónde se ve eso ahora?

- "Abierto hasta el amanecer".
Pocas cosas desahogaban tanto como esos videojuegos sin argumento en los que podías dejar el cerebro en la habitación de al lado y preocuparte tan sólo de masacrar a todo aquel que se cruzara en tu camino. Como estas distracciones han pasado a la categoría de arte (igual que los cómics, que ahora son “novelas gráficas”), se han enrevesado hasta extremos inverosímiles (para jugar a algunos hay que haberse leído la obra completa de Tolkien o tener una licenciatura en Aeronáutica) y uno no tiene tiempo ni ganas que dedicarles, la segunda parte de esta peliculilla de Robert Rodríguez ofrece esa relajante dosis de violencia gratuita que todos necesitamos de vez en cuando para rebajar la tasa de adrenalina. George Clooney y Harvey Keitel exterminando vampiros y zombies mientras suena la música de “Tito y tarántula”… qué placer.

- "Grease".
Al igual que todos llevamos dentro un nazi intolerante -o un estalinista violento, por satisfacer a todas las sensibilidades políticas- al que apaciguar con películas como las anteriores, todos tenemos nuestro lado hortera. Y “Grease” es la exaltación de la horterada, con sus personajes vestidos de chuloputas, sus cantantes sin complejos a la hora de entonar el falsete, sus coches rosas con alerones, sus coreografías grotescas… y esos nombres, Sandy y Danny, que vendrían a ser nuestros actuales Jonathan y Jennifer.

P.D.: Volviendo al cine iraní, recuerdo una peli que vi, titulada "¿Dónde está la casa de mi amigo?", cuya sinopsis decía algo así como "Un niño, viendo que su amigo se ha olvidado el cuaderno en clase y que el profesor le castigará por ello al día siguiente, decide hacerle los deberes y buscar su casa para dárselo". Bien, pues resulta que la sinopsis coincidía al pie de la letra con el guión, porque eso, y no otra cosa, era lo que pasaba en hora y media. El puto niño protagonista hacía los deberes, buscaba la casa del colega, más desorientado que Jesulín de Ubrique en el Thyssen, y, cuando la encontraba, le daba el cuaderno de marras... y se acabó.

jueves, 10 de mayo de 2007

¿Y Franco qué opina del peinado de Beckham?



He dejado de leer periódicos. Ni por eliminación encuentro alguno que no me dé ganas de vomitar por su partidismo, manipulación y sensacionalismo. Así que me limito a elmundo.es, menos amarillo que su hermano impreso, mejor diseñado y con una navegación más amena -a mi juicio- que las versiones online de otras cabeceras nacionales y con la ventaja añadida de publicar las últimas noticias casi en tiempo real, como la radio. Pues bien, acabo de entrar en su página y me he topado con un fascinante titular -arriba, junto a la cabecera, entre los destacados- según el cual Beckham se ha cortado el pelo, con fotito incluida por si no me creo tamaño notición. La pregunta, claro, es: ¿y?

En la facultad me enseñaron que los dos criterios para valorar una información son el interés y la importancia. Por ejemplo, la presentación de los Presupuestos Generales del Estado es una noticia importante, porque nos afecta directamente a todos, pero no interesante, porque aburre a las cabras. Al revés, el descubrimiento de la tumba de Herodes es interesante -histórica y culturalmente- pero no importante, porque, si no la hubieran encontrado, no hubiera pasado absolutamente nada.

El corte de pelo de Beckham, a todas luces, no es importante, así que para los responsables de elmundo.es debe de ser interesante. Lo triste es que probablemente tengan razón, que lo que este niñato hortera hace con su cabellera interesa a un montón de gente. Ha sido leerlo y recordar también cuando, hace años, Capello dimitió -o lo echaron o se fue porque se le acababa el contrato, qué más da- como entrenador del Real Madrid. Ese mismo día habían muerto en un accidente de tren en África cientos de personas. ¿Con qué abrieron los telediarios?

Tampoco hay que remontarse en el tiempo. Cualquier informativo televisivo de hoy en día se caracteriza por la abundancia de sucesos, chorradas varias -de esas que presenta con su media sonrisa el holograma humano Matías Prats, en plan “ha nacido un gato rojo con tres penes en China, menudo lío al ir al baño, ja-ja-ja” y cotorreos futbolísticos. Bien es verdad que, si de política nacional se trata, el nivel es tal -declaraciones cruzadas entre un partido y otro sin el menor contenido- que no merece atención (salvo los exabruptos trimestrales de Aznar, al que el PSOE nunca podrá agradecérselos lo suficiente). Y, a nivel internacional, los cien muertos diarios en Irak, el enésimo atentado en Palestina o la última subnormalidad de Bush han dejado de interesar por el tono cansino con que se emiten.

Por terminar con la radio, fue el primer medio informativo que abandoné, antes incluso que la prensa o la tele, porque, si la formación de mi opinión depende de tanto tertuliano omnisciente, apaga y vámonos. Así que aquí estoy, feliz cual abuelo de “¿Y Franco qué opina de esto?”. Con todo lo que me queda por hacer en esta vida, ¿para qué dedicarle tiempo a informarme si de lo que debo enterarme es del peinado de Beckham?

lunes, 7 de mayo de 2007

La estética abertzale

Se puede criticar tanto y de tantas maneras al mundillo abertzale que da pereza. Además, cuando uno escribe un blog, intenta ser original, y a estas alturas poco queda por decir de batasunos y gentuza similar. Así que dejaré a tertulianos y otros iluminados la labor de comentar su apoyo al terrorismo, su kale borroka, su cerrazón ideológica, su analfabetismo… y me ceñiré a un tema no por poco abordado menos interesante: la estética abertzale.

Si uno se fija cuando emiten en la tele imágenes de Otegui y sus amiguitos, parecen todos clones de un mismo ser, a mitad de camino entre el señor Barragán y Kate Moss de resaca. De arriba a abajo, empezamos por ese pelo que parece cortado a mala hostia en los calabozos de Inchaurrondo, a trasquilones y aplastado, supongo que para que encaje bien la chapela. Muchos le añaden una estúpida coletita a modo de toma de tierra, como si su cerebro, a fuerza de almacenar tanta tontería, corriera el riesgo permanente de cortocircuitarse.

A continuación descubrimos que el libro de estilo de Batasuna debe de prohibir el uso de camisas. ¿Será una prenda maketa? Porque todo abertzale que se precie, de cintura para arriba, ha de llevar nada más que camiseta en verano y jersey en invierno (encima de la camiseta). En cuanto a ésta, oscila entre la variedad monocromática -negra, por lo general, como su alma- de Otegui o la pseudojipi estampada a brochazos del militante de base. Y lo del jersey clama al Cielo: ni en el puesto más mugriento del Rastro madrileño se los encuentra más feos. Que conste que yo los he llevado espantosos, pero es que me los hacía mi abuelita, con lo que compensaba su fealdad con el cariño que ella les había puesto. Ahora bien, si estos hijos de puta no tienen ni padre conocido, ¿cómo van a tener abuela?

El pañuelito palestino al cuello no es condición indispensable para lucir como un buen abertzale, pero es probable que internamente dé puntos. Igual que pegarse a la camiseta unas buenas pegatinas con las banderas de Cuba y el Líbano, demostrando al mundo que su cacao mental no lo supera ni el director general de Nesquick. Lo que sí es inexcusable, de cintura para abajo, es el pantalón de chándal, que los cócteles molotov manchan mucho y no todas las prendas (¿verdad, Zara?) resisten varios lavados. Lo mismo que las deportivas en los pies, siempre sucias de tanto hollín que desprenden los autobuses quemados.

En cualquier caso, hay que reconocerle a esta gente que lo pone fácil. Con detener a todos los chandaleros andrajosos de pelo corto que la Policía encontrara en el País Vasco, se acababa ETA y el terrorismo vasco. Nos quedaría sólo el racismo araniano del PNV y EA, pero los miembros de estos partidos, al menos, no matan a nadie, aunque se la pele cuando lo hacen otros y sus declaraciones insulten hasta a la inteligencia de las amebas. Eso sí, el anillito negro que luce Ibarreche es un atentado contra el buen gusto que desde aquí animo a perseguir a la Audiencia Nacional.

jueves, 3 de mayo de 2007

Miscelánea de seres despreciables

Es decir, personas a las que uno cree justificado aplicar la peor de las torturas y que, por no dar de sí para una entrada propia, recopilo a continuación, animando a posibles lectores a ampliar la lista.

- Los que dicen que Rossy de Palma tiene una belleza “picassiana”.
Seamos serios: Rossy de Palma es más fea que pegarle a un padre o, ya puestos, que el “Guernica” o “Las señoritas de Aviñón”. Bien es verdad que se parece a alguna de las figuras de este último cuadro, pero eso la convierte, a lo sumo, en picassiana, no en belleza. Esa nariz torcida y kilométrica, esa boca de yonki con mono, esos ojos más caídos que las tetas de Sara Montiel… por favor. A lo mejor la chica es buena actriz y una excelente persona, pero es que, aplicando la misma regla de tres, el Fary sería una belleza bosconiana y el enano del Dúo Sacapuntas (que en paz descense), una belleza velazqueña.

- Los que piden un sueldo para las amas de casa.
Esta gilipollez paternalista es tan evidente que sobraría todo comentario si no fuera porque hay gente aún más idiota que se dedica a calcular periódicamente la aportación de las amas de casa al PIB o lo que se llevarían de pensión si cotizaran a la Seguridad Social. ¿Por que no dar un sueldo también a los maridos que hacen chapucillas en casa, a los presidentes de las comunidades de vecinos, a los hijos que bajan la basura, a las viejecitas que limpian las cacas de sus perros... o a los amos de casa, que haberlos, haylos?

- Los que dedican su tiempo a estudios estúpidos.
El otro día leí una noticia en el periódico según la cual los españoles somos los europeos que menos nos quejamos mientras esperamos en una cola. Hoy he leído otra sobre la velocidad media de los madrileños al andar, que nos convierte en los terceros más rápidos del mundo por detrás de los habitantes de Singapur y de no recuerdo qué otra ciudad. ¿Para qué coño sirve todo esto?

- Los que hablan con supuesto acento chino en los restaurantes chinos.
Es decir, los que, por ejemplo, levantan el brazo y rebuznan: “Camalela, tlaiga más aloz, pol favol”. Qué pena de muerte más merecida. Y si, al decirlo, miran a su alrededor en busca de la complicidad de los otros comensales, qué descuartizamiento posterior del cadáver más merecido. Y si, además, le propinan un codazo de colegueo al de al lado, qué meada sobre su tumba más merecida.

- Los que flipan con el golf.
No los que se limitan a jugar y ya está, que también tienen lo suyo, sino los aficionados a perorar sobre las bondades de este ¿deporte?, consistente en pegarle un hostión a una pelotita y mandarla a tomar por culo para luego andar un buen rato en su busca. Que si con el golf se disfruta del medio ambiente (después de habérselo cargado construyendo el campo), que si es un ejemplo de ecología por el uso de agua reciclada (que también servirá, digo yo, para regar cultivos más aprovechables en un país candidato a la desertización como España), que si con tanto paseo se puede charlar amigablemente de negocios (pues chico, te llevas al cliente al campo, cogéis una piedra, la lanzáis a hacer puñetas y a por ella)...

- Los que van de vacaciones a la India y, al volver, dicen que este país les ha cambiado o cuentan que en él se hace esto o lo otro.
¿Por qué les ha cambiado? ¿Porque han visto que los pobres pueden vivir con dignidad? ¿Y para enterarse de eso se tenían que ir a la India? Por otro lado, en este país hay 1.000 millones de habitantes, cientos de idiomas, docenas de razas, fieles de no menos de cinco grandes religiones, climas que oscilan entre el invierno casi permanente del Himalaya y las temperaturas asfixiantes del sur... con lo que cualquier expresión que empiece por "en la India, lo que hace la gente es..." debe desecharse. Nadie puede pretender conocer un país más grande que Europa Occidental por haberlo visitado 15 días o un mes. Cuando viajen a él casi un centenar de veces, como el yogui español Ramiro Calle, que empiecen a plantearse abrir la boca.

- Los que escriben de Joaquín Sabina que es un “canalla entrañable”.
Canalla lo es, por esa vida de crápula nocturno que tanto gusta de airear. Entrañable, según se mire. A mí me lo resulta, pero hay gente a la que le cae como una patada en el estómago, supongo que por su demagogia política. Ahora bien, lo de “canalla entrañable” está más visto que lo de “Estambul, a caballo entre Oriente y Occidente" o lo de "Madrid, donde a nadie se le pregunta su origen", así que todo periodista que emplee tal recurso debería ser expulsado de la profesión, si es que ésta existe.

- Los que, según ellos, corrían delante de "los grises".
O sea, tantos y tantos hombres españoles en la cincuentena. Si todos los que dicen que corrieron delante de "los grises" lo hubieran hecho, no entiendo cómo duró casi 40 años la dictadura de Franco, el cual, que yo sepa, murió en la cama de viejito. A lo mejor son los mismos que el 23-F se quedaron en sus casas debajo del sillón, porque delante del Congreso sólo había algún periodista con cojones y un par de curiosos que pasaban por allí.

jueves, 26 de abril de 2007

Santa Justa Klan

Santa Justa Klan es el nombre de un grupo de ¿música? surgido a raíz de esa cosa que algunos se empeñan en llamar serie, “Los Serrano”. Supongo que la brillante idea del productor al que se le ocurrió parir este engendro fue, amén de aprovechar su tirón televisivo, ofrecer a los actuales adolescentes españoles un grupo que se pretende a su imagen y semejanza. O, dicho de otra forma, dirigirse a ellos en su propio “idioma”, reflejando las que, a su juicio, deben de ser sus inquietudes y experiencias.

Pues estamos apañados. Si esta es la generación que va a pagar nuestras pensiones, ya podemos ir aprobando la eutanasia activa. He estado navegando por la web oficial www.santajustaklan.net y, al azar, he pinchado en una de sus canciones (“Yo paso del amor”). Extracto un par de estrofas:

Estar enamorado es una chorrada
que no te deja ni dormir.
Te pasas como empanao
las noches y los días.

Estar enamorado es una gilipollez.
Yo paso del amor.
Yo quiero jaleo en vez
de tanto amor.


Impresionante, ¿eh? La primera, en verso libre. La siguiente, en una muestra de revolucionario atrevimiento, rimada. ¡Y qué rimas! Gilipollez” con “vez” y, atención, “amor” con “amor”. Por no hablar de esa frase magistralmente encabalgada en los dos últimos versos. Ni los dadaístas fueron tan osados. Si Bécquer, el otrora poeta de la adolescencia, levantara la cabeza, se la volaba como su compañero de siglo Larra.

Evidentemente, mando al azar a tomar por saco y me dedico a leer con fruición todas las letras. Descubro esta otra perla, del temazo “La profesora de inglés”:

Qué malo está el pescado.
Qué mala la lechuga.
Qué malo el estofado
Y la sopa de verdura.
Qué malas las acelgas.
Qué malo el consomé.
Las coles de bruselas.
Qué malo está el puré.

Pero qué buena está la profesora de inglés.
Cada vez que la veo, la baba salpica mis pies.
Qué buena está la profesora de inglés.
Cada vez que la veo, la baba salpica mis pies.


La primera estrofa se carga de un plumazo los esfuerzos del Ministerio de Sanidad por fomentar la dieta mediterránea entre los jóvenes. La segunda provoca náuseas si uno se imagina a Boliche, el gordo apestoso del grupo (como todo el mundo sabe, una cosa es ser o estar “gordo” y otra ser un “gordo apestoso”), babeando cual troll de la serie “David el Gnomo”.

Y no se vayan todavía, que aún hay más. Lea uno la letra que lea, descubre lindezas como la siguiente, la canción “Me pica”, que reproduzco entera por su interés sociológico:

Me pica mucho, me pica,
y cuanto más me rasco, más me pica.
Empollando y estudiando, por la tarde repasando
entre libros y cuadernos, no me explico lo que siento.
Es un picor, es un dolor, un escozor, algo peor.
Corre, corre y me recorre,
me recorre, me recorre.

Pillo que te pillo
”El Señor de los Anillos”.
Pilla por la orilla
las faldas de esa niñas.
Vaya tía, vaya hembra,
la mujer de David Beckham.
Los pimientos de Padrón,
unos pican y otros non.


(Estos cuatro últimos versos harían palidecer de envidia a André Breton, el padre del surrealismo literario).

Me pica mucho, me pica,
y cuanto más me rasco, más me pica.
Todo el día con la Play,
eres un poco gay.
Aunque sea pequeño,
prefiero un caliqueño.


(Descubrimiento científico de primera magnitud: si juegas a la play station, eres "un poco" homosexual. La rima "pequeño"/"caliqueño", un hallazgo estilístico).

Paso de la ESO
y de la LODE, no te jode.
Prefiero ser Casillas
y anunciar unas natillas.
Mi padre se cabrea
cuando pierde España,
apaga la tele y se mete en la cama.


(No se me ocurre descripción más precisa de la España de hoy: el chaval pasando de estudiar porque prefiere ser un famoso televisivo y el papá sin enterarse de nada, embobado con el fútbol).

Yo me voy al baño,
algo me ha hecho daño.
No se por qué narices
me pican las lombrices.
Me pica mucho, me pica,
y cuanto más me rasco, más me pica.
Hey, amigos, a flipar como pepinos...


(¿Flipan los pepinos? ¿Lo sabe Arguiñano?).

Que una parte de la adolescencia española está formada por una panda de descerebrados es una realidad irrefutable, sobre todo para quien, como yo, tiene la desgracia de pasar a diario por delante de un instituto camino del trabajo. Lo que no acabo de entender es el empeño por descerebrar a esa otra parte que no se avergüenza de sus neuronas. A los productores de Santa Justa Klan habría que quemarlos vivos; a los padres de sus integrantes, empalarlos, y a ellos, darlos en adopción a una familia del Opus. Bueno, a los tres pequeños, porque, según tengo entendido, el gordo apestoso es mayor de edad. De hecho, quien suscribe tuvo el privilegio de verle conducir por las calles de Madrid a bordo de un coche pequeño en el que sus carnes desbordaban por la ventanilla. Así que, como ya es mayorcito, que lo fusilen al alba en la Plaza Mayor, para escarmiento de sus congéneres.

P.D.: A punto de cerrar esta entrada, descubro un chat en elmundo.es con Santa Justa Klan, uno de cuyos miembros dice que la canción "Ke te pires" es su favorita" porque "ya era hora de meter un tema con mensaje". Ojo al mensaje:

Qué más da cuál es la piel,
me da igual la religión,
yo sólo me fijo en el corazón.
En cada persona hay algo que aprender
y en cada cultura hay tantas cosas por conocer.


!Bravo! Imposible más ñoñería. Los propongo para la actuación musical del próximo encuentro de la Alianza de Civilizaciones Zapateril.

viernes, 20 de abril de 2007

Chusma mal acostumbrada

El otro día, antes de una reunión, me tuvieron esperando en una sala de esas en las que un monitor de plasma emite continuamente la señal de una cadena de televisión, sin posibilidad de apagarla o bajar el sonido. Era la CNN+ y retransmitía en directo la sesión parlamentaria de control al Gobierno, algo que, evidentemente, sólo puede interesar a un canal que debe rellenar 24 horas de parrilla diaria con (supuestas) noticias.

Cuando vinieron a buscarme, me encontraron completamente embobado delante de la tele, como si estuvieran emitiendo la mejor serie de intriga. Pero no, ¡era la sesión de control al Gobierno! Preocupado por haberme enganchado a semejante bodrio, me puse a analizar el porqué y hasta ahora no he llegado a una conclusión: porque lo que estaba viendo era telebasura pura y dura, y ya se sabe que ésta, por mucho que se la critique, seduce más que la serpiente de Adán y Eva.

Allí estaban, frente a frente, el trío de los Panchos -Rajoy, Acebes y Zaplana- y el dúo cómico-vocal Zapatero-Fernández de la Vega. Sus intervenciones se sustentaban en dos sólidos pilares intelectuales, resumibles en "a-todo-lo-que-digas-yo-respondo-y-tú-más" y "a-ver-a-quién-se-le-ocurre-el-insulto-más-ingenioso”. Todo ello, claro, jaleado por sus respectivas bandas de hooligans, prestas a aplaudir las sandeces del portavoz propio y a rebuznar ante las del contrario. Obviedades, demagogia y descalificaciones se sucedían en la pantalla, como si aquello fuera la tertulia de “A tu lado” o un debate de “Crónicas marcianas”. Parecía que en cualquier momento iba a aparecer Crispin Klander caminando a saltitos entre los escaños socialistas o la Bruja Lola encendiendo velas negras en las del PP.

Sometidas mis neuronas a un auténtico genocidio, una de las pocas supervivientes se preguntó: “¿Y no será que lo que le pasa a esta chusma es que está mal acostumbrada en sus comparecencias en público?” Por desgracia, falleció antes de contestar (ya digo que me encontraron en un estado cercano al vegetativo), pero, después de ver el programa de ayer en el que "la gente de la calle" hacía preguntas en TVE a Rajoy, creo que la respuesta es afirmativa.

Al líder del PP, por ejemplo, le preguntaron su sueldo, si iría a la boda de un hijo homosexual, si no le parecía mal que sus diputados se comportaran como ultrasures, si no mintió Acebes como Pinocho tras el 11-M, si no era una contradicción criticar la “realidad nacional” del estatuto catalán y no la del andaluz… y un largo etcétera de cuestiones que probablemente nadie había tenido nunca los cojones de plantearle.

Rajoy, Zapatero y fauna similar están habituados a hablar en mítines de seguidores entregados, en foros institucionales donde el respeto es obligado, en el Congreso con el respaldo de sus aficiones vociferantes, ante políticos de signo contrario tan limitados como ellos o frente a periodistas más preocupados por que no se les enfade el político, no vaya a ser que no les conceda la próxima entrevista. Así que tienen que llegar la señora Pepa de Lugo o el señor Paco de Almería a hacer las preguntas de verdad, las que los tertulianos llaman al día siguiente “incómodas”, reconociendo que las suyas rozarían la adulación.

miércoles, 18 de abril de 2007

Francisco Ibáñez

El señor de la izquierda es un genio, un maestro, un dios. En otras palabras, el puto amo. Se llama Francisco Ibáñez y, aunque tiene en su haber a otros muchos personajes -el Botones Sacarino, Rompetechos, los habitantes de 13 Rue del Percebe...-, pasará a la historia como el creador de Mortadelo y Filemón.

Desde su primera aparición en 1958, los dos agentes de la T.I.A. han protagonizado más de 150 álbumes, de los que se han vendido casi 200 millones de ejemplares en todo el mundo. Con semejante curriculum a sus espaldas, el año que viene cumplirán medio siglo de existencia y, si éste fuera un país normal, a su papá deberían homenajearlo hasta en el Congreso de los Diputados. Como no lo es, la cosa se quedará en algún acto organizado por su editorial y en un montón de entrevistas y reportajes en lo que al día siguiente no será sino papel mojado. Ojalá me equivoque, pero de lo que España depara a sus creadores podrían dar fe los dos mejores, Cervantes y Velázquez, cuyos restos invito a buscar a cualquiera que venga a Madrid (tendrá que conformarse con un par de placas en la calle de Lope de Vega y en la Plaza de Ramales respectivamente).

Supongo que la comparación con los autores del Quijote y Las Meninas resulta exagerada, pero me batiría en duelo con quien osara poner en cuestión que Ibáñez está a la altura de los mitificados Hergé o el tándem Uderzo y Goscinny. Y eso sin tener en cuenta que el Tintín del primero es un nenaza con un flequillo que recuerda sospechosamente al del protagonista de "Algo pasa con Mary" (el que se peina con la mano llena de semen postmasturbatorio) y el Astérix de los segundos, un listillo abofeteable (misión imposible, por otra parte, por su inseparable dosis de poción mágica, que ya me gustaría ver cómo se las apañaba sin ella).

Cuando era pequeño, en no recuerdo qué curso del colegio, nos dejaban una hora libre para leer lo que quisiéramos, tebeos incluidos, por aquello de fomentar la lectura. Los que íbamos de guay nos plantábamos delante de un libro, que quedaba mejor, pero enseguida detectábamos a los que estaban leyendo un mortadeloyfilemón: por sus carcajadas. Hacer reír a un niño es muy fácil; hacer que se carcajee, complicadísimo. Y allí estaban mis compañeros, a mandíbula batiente, como yo cuando dejaba de ir de guay y devoraba cuantas aventuras de los dos agentes cayeran en mis manos. Hasta tal punto me parecían ya geniales entonces que no entendía por qué los adultos a mi alrededor no las leían. Es más, pensaba: "Por mucho que yo me haga mayor, es imposible que alguna vez deje de leerlas".

Evidentemente sí fue posible, pero ello no quita para que añore a unos personajes que, además de procurarme tantos ratos de entretenimiento y risas, seguramente contribuyeron como pocos a enriquecer mi imaginación, mi sentido del humor, mi creatividad, mi afición a la lectura y, por qué no, mi cultura. A este respecto, me encanta una anécdota que he leído en internet (no sé si será cierta, que en la red nunca se sabe) según la cual un concursante del programa "50 por 15" dijo haber acertado la última pregunta, acerca de los hotentotes, por haber leído en un mortadeloyfilemón a uno de los personajes empleando, para que le franquearan el paso a la sede de la T.I.A., la contraseña "esos tipos con bigote tienen cara de hotentote".

Volviendo al principio, no sé cómo se conmemorará el cincuentenario de Mortadelo y Filemón ni si estará a la altura de lo que merecen. A mí al menos me queda el consuelo de comprobar todos los años, en la Feria del Libro de Madrid, que la cola de Francisco Ibáñez sigue siendo la más grande (con perdón). En ninguna otra, ni en la del brasas de Antonio Gala, se pone tanta gente a la espera de que le dediquen un ejemplar, hasta el punto que el personal de seguridad tiene que habilitar unas vallas para poner orden entre niños y padres, curiosamente todos con la misma sonrisa en la boca. Al final resultará que las personas nos dividiremos entre las que hemos leído alguna vez un mortadeloyfilemón y las que no.

lunes, 16 de abril de 2007

Ell@s

Una de las más fascinantes estupideces por las que luchan las feministas radicales es la de acabar con la supuesta discriminación del idioma español, que prioriza al masculino sobre el femenino al referirse a un colectivo. O sea, que "los alumnos" engloba tanto a los niños como a las niñas que asisten a clase y "Pablo, Laura y Julita" son "guapos" porque el primero impone su género. A esto, como es sabido, se le llama economía del lenguaje, y éste es machista porque machistas han sido la inmensa mayoría de las sociedades humanas desde que un simio africano se alzó sobre dos patas. La pregunta es: ¿y? ¿Va a ser la sociedad más igualitaria porque Pablo, Laura y Julita sean "guapas" o "guapos y guapas" a un tiempo? Evidentemente, nuestro idioma es testosterónico, pero, si nos planteamos la cantidad de cuestiones aún pendientes en pro de la igualdad de la mujer, seguro que se nos ocurren un millón antes que la de cambiar los hábitos de 300 millones de hispanohablantes.

Uno de los mejores ejemplos de todo esto lo encontramos en el paranoico de Ibarreche, a quien es frecuente oírle perlas como "los vascos y las vascas queremos", lo cual, además de una parida digna de su delirante plan soberanista, puede generar dudas sobre la identidad sexual del presidente (¿o presidenta?) vasco (¿o vasca?). Sólo nos faltaba que este doctor Spok con chapela fuera hermafrodita y, consiguientemente, capaz de reproducirse consigo mismo, como si con un ejemplar de su especie la evolución no se diera más que por satisfecha.

No obstante, la palma se la llevan esos representantes de la izquierda más guay y progresista que, en sus escritos, utilizan la arroba, por su combinación de O y A, para unificar ambos géneros en una misma palabra. Quien suscribe, por ejemplo, recibió en su domicilio, cuando residía en Pamplona, una simpática misiva de los batasunos -izquierdistas guays y progresistas a los que se añade la condición de hijos (e hijas) de la gran puta (y puto)- en la que se nos animaba "a tod@s l@s vecin@s a apoyar el derecho de l@s pres@s vasc@s a ser atendid@s por dentistas originari@s de Euskal Herria". Ni que decir tiene que hube de leer varias veces la carta para enterarme de algo, porque el analfabetismo de su redactor, unido a tanta arroba y tanta tontería, convertía al "Ulises" de Joyce en el paradigma de la sencillez y la amenidad.

Juntemos a estos paladines del igualitarismo idiomático con los que ponen falditas a los monigotes de las señales de tráfico y tendremos a la panda de descerebrados más aburridos -porque supongo que algo mejor que hacer no tienen- desde aquellos jubilados que asistían a los mítines de Julio Anguita. Cuando lleguen a la vejez y se den cuenta de que el machismo sigue campando a sus anchas porque gente como ellos dedicó su tiempo a tareas tan imposibles -similares, por contraposición, a conseguir que los hombres hagamos dos cosas a la vez-, confío en que el nivel de su depresión los aboque al suicidio.

P.D.: Como criticar al nacionalismo vasco y a la izquierda, máxime en un mismo texto, lo convierte a uno en una especie de ultradarechista peligroso en este país bipolar, aprovecho para cagarme en todos los muertos de -por orden jerárquico- Rajoy, Acebes, Zaplana y Federico Trillo, para compensar. Otro día lo razonaré (y, claro, seré acusado de etarra o izquierdista).

viernes, 13 de abril de 2007

El brasas de Bono

A veces leo críticas de conciertos en las que se acusa a los músicos de fríos y distantes por limitarse a tocar y cantar, sin hablar apenas con el público. Nunca lo he entendido. Como explicaba el vocalista de Los Ramones, la gente paga un buen dinero por una hora y media de actuación, así que, cuantas más canciones quepan en ese tiempo, mejor. Por eso ellos llegaban, saludaban y no paraban de tocar durante 90 minutos, sin más pausa que la necesaria para gritar "One, two, three" o, en un soberano esfuerzo dialéctico, anunciar el título de la siguiente canción. ¿A quién le importaba lo que el izquierdista Joey o el derechista Johnny opinaran sobre tal o cual tema? A sus conciertos se iba a pegar voces, botes y empujones, y todo lo que se saliera de ahí, sobraba.

!Qué diferencia con otros! El ejemplo más claro: U2. Te chupas tu viaje en metro hasta un estadio abarrotado, te dejas 36 euros en la entrada, aguantas una cola de varias horas, te quedas a 50 metros del escenario sin ver un carajo, aguantas a los acomplejados de los teloneros, esperas pacientemente la interminable pausa tras la actuación de estos... y, cuando por fin salen los irlandeses, el brasas de Bono no tarda ni cinco minutos en soltarte un discurso sobre el hambre en el mundo, ni media hora en invitarte a reflexionar sobre el mensaje de Martin Luther King y ni una hora en pedirte que envíes un sms a no sé qué número y aportes así 1 euro a la salvación de la foca metrosexual del Amazonas o algo así.

Yo no niego que el hambre sea un problema, que lo que dijera Martin Luther King carezca de interés o que la foca metrosexual esté en peligro, pero he pagado los putos 36 euros -bueno, los 37, contando el sms- para ver y oír en directo a U2, no para que me adoctrinen. En caso contrario, me habría ido a un mitin político, a una misa o al cocido multitudinario de Aldeas Infantiles, eventos todos ellos, por cierto, gratuitos. Si quiero conocer la opinión de Bono sobre cualquier tema, que la escriba o la haga escribir en una entrevista, que ya decidiré yo si la leo. Porque ahí radica la clave del asunto: en su inevitabilidad. Estás en el estadio, rodeado de 60.000 personas, y no te queda otra que tragarte los discursitos de turno. Si por lo menos los dejara todos para el final, podrías irte a tu casa al acabar las canciones, pero el muy ladino los intercala entre ellas. ¿Cuál es el remedio? No lo sé. Quizás llamar a los antidisturbios con la excusa de que se está produciendo una manifestación no autorizada y ver cómo le parten a Bono su cara de místico estreñido.

lunes, 9 de abril de 2007

Expresiones y palabras odiosas (I)

Le pongo un I al título porque el listado es muy extenso y habrá más entradas. Lo que pasa es que hoy no tengo mucho tiempo y, cual escritor automático dadaísta, voy a recoger sólo las primeras que se me vengan a la cabeza.

- "¿Me entiendes?"
No soporto a quienes te cuentan algo e intercalan un "¿me entiendes?" cada dos por tres, como si fueras retrasado. Si te estuvieran explicando los secretos de la física cuántica, todavía, pero es que, por lo general, su conversación la comprendería hasta el hermano tonto de Forrest Gump. Ejemplo: Belén Esteban, que puede preguntar cien veces "¿me entiendes?" mientras explica por qué Jezulí no ha ido al cumpleaños de Andreíta, fascinante misterio sólo al alcance de iniciados.

- "Estambul, crisol de culturas" o "Estambul, a caballo entre Oriente y Occidente".
Deberían amputarle las manos a cualquier periodista que escriba un reportaje sobre la ciudad turca y emplee, en algún momento, una de estas dos expresiones. Si usa ambas, está justificada también la amputación de las piernas. Lo bueno es que estos maestros de la originalidad suelen incluirlas en el primer párrafo, lo que permite ahorrarse el resto del texto, en el que, sin duda, hablarán también de la majestuosidad de la mezquita azul, de los paseos por el Bósforo o de que "todo se vende y se compra en el Gran Bazar". O eres Truman Capote, capaz de hacer de la vida de tu asistenta una obra de arte, o empieza a plantearte que ya está todo dicho sobre Estambul. Así que hala, a Ankara.

- "Chavalote", "socio", "jefe" y "campeón".
Me pueden llamar hijoputa, cabrón, gilipollas, subnormal, bastardo, abrazafarolas... y me da bastante igual. Pero como alguien me califique de "chavalote", "socio", "jefe" o "campeón", estoy dispuesto a batirme en duelo en la mismísima Cuesta de la Vega, cual Alatriste delgaducho. Lo de chavalote creo que responde a un trauma infatil, porque, de pequeño, hubo una temporada en que todos los días me atracaba -intentaba atracarme, dadas mis penurias económicas- el mismo yonki, que se dirigía a mí con ese término. Lo de socio, jefe y campeón se explica por sí solo, ¿no?

- "Lo importante es el equipo".
Un equipo de fútbol hace un partido bochornoso, pero se salva porque uno de sus jugadores tiene el día inspirado y mete dos goles. Al acabar el encuentro, le felicitan y él va y suelta: "Lo importante es el equipo". !Pero qué coño va a ser importante el equipo! El equipo es una panda de niñatos multimillonarios que, con lo que cobran, deberían comerse los postes de la portería cada vez que ponen un pie en el campo, así que a tomar por saco la falsa modestia y a decir las cosas como son: "El equipo es una mierda y, si no es por mí, nos comemos los mocos".

- "Pero lo que cuenta es que lo has pasado bien, ¿no?"
Dicha por el presentador de un concurso a un concursante que ha llegado al final del programa sin ganar ni un mísero euro porque el amigo del comodín de la llamada estaba de resaca, merece una respuesta del tipo "lo habrá pasado bien tu puta madre, porque yo llevo siete horas aguantando el calor de los focos, riendo tus patéticos chistes y respondiendo preguntas estúpidas para ganar el suficiente dinero con el que pagarle una silla de ruedas nueva a mi hermano sifilítico".

viernes, 6 de abril de 2007

Y un suicidio lamentable

Al hablar en la entrada anterior de un (deseable) suicidio, me he acordado de uno digno de lamentar (que no de condenar), el del escritor austriaco Stefan Zweig, cuyo autobiográfico "El mundo de ayer. Memorias de un europeo" se encuentra entre los mejores libros que he leído. En él, Zweig repasa el periodo comprendido entre su infancia en la Viena decimonónica y su partida al exilio en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, obligado por su condición de judío.

No le quedó mucho más que contar, ya que puso fin a su vida en 1942, incapaz de soportar el derrumbe de ese "mundo de ayer" al que hace referencia el título. O, como escribe en el prefacio de esta obra, después de haber sido "testigo de la más terrible derrota de la razón y del más enfervorizado triunfo de la brutalidad". O, más aún, como reza una de las notas encontradas junto a su cadáver:

(...) ahora que el mundo de mi lengua madre ha perecido y Europa, mi hogar espiritual, se destruye a sí misma (...). Comenzar de nuevo requeriría un esfuerzo inmenso cuando he alcanzado los sesenta años. Mis fuerzas están agotadas por los largos años de peregrinación sin patria. Así, juzgo mejor poner fin, a tiempo y sin humillación, a una vida en la que el trabajo espiritual e intelectual ha sido fuente de gozo y la libertad personal, mi posesión más preciada. Saludo a mis amigos. Quizá ellos vivan para ver el amanecer tras la larga noche. Yo estoy demasiado impaciente y parto solo”.

Realmente no partió solo, porque su segunda mujer se suicidó también, abrazada a él. Y él murió como el señor que había sido toda su vida: con humildad y sin dramatizar, dejando incluso dinero y una carta de disculpa para su casera por las molestias que su decisión pudiera causarle.

En cualquier caso, volviendo al libro, no es una autobiografía al uso. Lo que hace el autor es servirse de su propia vida para describir la Europa de su época, que es la verdadera protagonista, y, sobre todo, para descubrirla, para desentrañar qué éra y qué representaba. Como afamado escritor, Zweig se codeó con las figuras más destacadas de la intelectualidad continental, y es en lo que llama "la fraternidad espiritual" de todas ellas donde descubre el ser europeo.

Ahora que cada cumbre de la UE termina en fracaso porque nuestros representantes son incapaces de ponerse de acuerdo sobre qué coño es esto de Europa más allá de un mercado común, no estaría de más que se leyeran "El mundo de ayer", a ver si se les pega algo y no ponen esa cara de idiotas desorientados en la próxima foto conjunta.

Que nadie crea, sin embargo, que éste es un libro político. Se trata de una amenísima narración -porque Zweig es un maestro en la materia, dotado como pocos de ritmo y precisión lingüística- en la que intercala reflexiones sobre todo tipo de cuestiones: el paso de la infancia a la adoslescencia, el desarrollo personal, las costumbres sociales, el papel de la literatura, la condición de refugiado... Aunque lo leí hace un par de años, recuerdo, por ejemplo, su crítica a la enseñanza oficial por su incapacidad para formar a las personas con una humanidad que él sí encontraba en los cafés vieneses, su confrontación entre el alborozo con que fue recibida en la capital austriaca la Primera Guerra Mundial y, una vez conocida de cerca su brutalidad, la tristeza generalizada de la posguerra, su anécdota de cómo quedó fortuitamente encerrado en el estudio de Rodin sin que éste lo advirtiera, con el consiguiente privilegio de asistir en directo al proceso creador del escultor...

Una obra muy recomendable, en fin, que, como escribió un crítico literario, produce un efecto curioso: cuando uno termina de leerla, le entran unas ganas irrefrenables de invitar a un café a su autor.

Invitación a un suicidio


Acababa de terminar de ver por nosecuantava vez -y siempre por estas fechas- "Quo vadis", fascinado con esos trajes romanos que parecen comprados en Zara y esos decorados que ni en Ikea, cuando, haciendo zapping, me he topado en Tele 5 con un especial de "El buscador" dedicado a la desaparición del niño canario Yéremi. Una hija de la gran puta, enviada especial junto a la casa de los padres del pequeño, ha afirmado que le constaba que estos estaban viendo el programa por la cantidad de datos nuevos que les iba a aportar. He ido al baño -a hacer un pis, no a vomitar, que hubiera sido lo normal- y, al volver, el calvo bastardo del presentador especulaba con que a Yéremi lo hubiera secuestrado una secta satánica para sacrificarlo en uno de sus rituales. Se apoyaba en el testimonio de un presunto experto con cara de retrasado mental según el cual estos grupos estarían detrás de las frecuentísimas desapariciones de niños en Canarias. ¿Y estos son los nuevos -y consoladores- datos para los padres?

Lo curioso es que ni siquiera me he indignado. Será porque soy de los que piensan que en esto de la telebasura tanta culpa tienen los que la emiten como los que la ven, con lo que "El buscador" se estaba limitando a suministrar a las moscas su ración de mierda diaria. Eso sí, he intentado transmitirle telepáticamente al presentador algunas preguntas. ¿De verdad te importa algo Yéremi y su familia? ¿Te has parado a pensar lo que sentiría ésta? ¿Eres de los convencidos del "interés social" de tu trabajo o tienes al menos un atisbo de dignidad para reconocer que, mientras te paguen, como si has de mostrar el cadáver violado de tu madre? ¿Al acabar el programa te irás a tu casa tan contento o de copas, que mañana es fiesta? ¿Podrías tomar ejemplo de Nerón-Peter Ustinov, que, al final de "Quo vadis", decide morir como un verdadero emperador "después de vivir como un monstruo", suicidándose antes de que la plebe, que ha asaltado el palacio, llegue a sus aposentos? ¿Has pensado cuánta audiencia conseguirías con la retransmisión de tu propia muerte? En caso afirmativo, ¿te importaría sufrir?

miércoles, 4 de abril de 2007

Salchichas antisemitas y similares

He visto en la tele un anuncio de unas nuevas salchichas con leche, creo que de Campofrío y, por lo que he entendido, destinadas al consumidor infantil. ¿A qué clase de mente enferma se le ha ocurrido semejante aberración? Supongo que es un paso más en esa carrera que parecen haber emprendido las empresas del sector de la alimentación por inventar el producto más friki so pretexto de sus presuntos beneficios para la salud. El planteamiento del anuncio viene a ser: como la leche es sana, una salchicha con leche también lo es. Fácilmente rebatible: como la leche es sana, ¿una mierda con leche también lo es? ¿No será mejor comer carne por un lado y beber un vasito de leche por otro? ¿Por qué esa manía de mezclar las cosas o, peor aún, de "adjuntarles" isoflabonas, omegastrés, bios y un montón de sustancias más que nadie sabe lo que son pero que publicitariamente suenan tan bien? !A dejarse de gilipolleces y a seguir la dieta mediterránea, coño, que bien rica que está (si esta frase se exclama empuñando un bastón y con una boina en la cabeza, se consigue un efecto mucho mayor)! !Que la verdura, la fruta, las legumbres, los cereales, los lácteos... son sanos de por sí y no precisan de añadidos artificiales! !Que mis abuelas han superado los 85 años limitándose a comer de todo y moderadamente, sin necesidad de José Coronado y su fibra para cagar bien!

Aunque, ahora que lo pienso, siguiendo las enseñanzas de Pedro J. Calvorota e Iker Jiménez, los paladines del periodismo de investigación español, siempre prestos a indagar en el lado oculto de la noticia, procedo a preguntarme: ¿no formarán parte las salchichas con leche de un complot antisemita? Porque, como es sabido, los seguidores de la Torah tienen prohibida la mezcla de carne y lácteos. ¿Quién, si no un nazi, ha podido pergeñar estos productos para detectar a los niños judíos con más facilidad que mediante el procedimiento habitual (bajarles los pantalones en busca de su colita circuncidada)? Ya estoy viendo los titulares de "El Mundo" a cinco columnas: "Bin Laden bombardeará Tel Aviv con salchichas españolas / Casimiro García Abadillo se infiltra en la fábrica de Campofrío disfrazado de croqueta de jamón / Zapatero aboga por la Alianza Mundial Nazi-Judía / Rajoy declara algo pero no se le entiende porque tiene frenillo / Carod Rovira pide la sustitución de las salchichas por butifarras". Quedan demostradas, pues, las letales consecuencias de "alimentos" como estos: sin haberlos consumido siquiera, me he vuelto gilipollas.

martes, 3 de abril de 2007

Apuntes vacacionales

Es decir, recuerdos y reflexiones todo-a-cien que demuestran la capacidad de desbarre de la mente humana durante las vacaciones (en este caso, en una casa rural en Caravaca de la Cruz, Murcia).

- Se confirma que audis, mercedes y bemeuves son las marcas favoritas de los hijoputas -siempre hombres- para los que en la carretera no hay más carril que el izquierdo y su vida y la de los demás importan un pimiento (en lo de su vida les doy la razón).

- Nada más llegar a la casa rural, mi hijo de tres años saludó al dueño con un refinado “Hola, caca”. Por suerte, pasó desapercibido para el señor, sordo a todo lo que no fuera su incesante verborrea sobre las bondades del inmueble, entre las que destacó el hecho de que el sillón hubiera sido adquirido en El Corte Inglés (¿y?). Qué envidia me dan los niños y los ancianos, a los que se les disculpa el socialmente imperdonable pecado de decir lo que se piensa. Imaginé la cara de varios conocidos si me diera el gustazo de soltarles un “Hola, caca” la próxima vez que me los encuentre.

- En el santuario de Caravaca hay un lignum crucis, es decir, un presunto trozo de la supuesta cruz en la que presumiblemente fue crucificado Jesucristo. Pues muy bien. Allá cada uno con sus creencias. Para mí tiene el valor histórico de haber sido objeto de culto desde hace unos ocho siglos, lo que justifica haberme subido unos 500 escalones con un carrito de bebé a cuestas.

- Aún existen tomates que saben a tomate. Y los tienen escondidos en Murcia. Qué diferencia con esas cosas harinosas y aguadas que venden en Madrid, supongo que repletas de pesticidas o engordadas artificialmente.

- Hay pocas cosas tan hermosas en la Naturaleza como un caballo. En una finca junto a la casa rural pastaba uno blanco que se me quedaba mirando todos los días al pasar con el coche. Ojo a la reflexión que me descubrí haciendo en una de esas ocasiones: algún día los caballos se vengarán de los hombres por haberlos usado durante tantos siglos para ir a la guerra. No había bebido; es mi cerebro, que funciona así.

- Las esculturas, relieves y adornos de la fachada de la preciosa catedral de Murcia están cubiertos con una especie de clavos que, perpendiculares a la pared, evitan que se posen las palomas y defequen sus corrosivas cacas. Cuando lo descubrí, me imaginé a una paloma (¿no era el símbolo de la paz?) sangrando, ensartada junto a un relieve de la Virgen. También pensé: ¿es en esta plaza, frente a la catedral, donde Ramonchu García nos tortura año tras año con el programa más bizarro de la tele, "Murcia, qué hermosa eres"?, duda que sigo sin resolver.

- Hay un niño asqueroso en Cartagena que es igualito a Nigel, el malo traidor de la película “Top secret” (sí, el de los rizos rubios que se disfraza de vaca y es sodomizado por un buey). Se dedica a eso mismo: a dar por culo a otros niños que intentan compartir con él los columpios. Agradecería a todo visitante de tan bonita ciudad costera que, si se topa con él, le meta una colleja cuando no miren sus padres.

- En el puerto de Cartagena estaba la réplica de la nao Victoria con la que, hace un par de años, unos “aventureros” de esos tipo Álvaro de Marichalar o Quitín Muñoz (creo que, de hecho, este último) dieron la vuelta al mundo emulando la hazaña de Magallanes y Elcano. Ocurre que, mientras estos tuvieron que rodear América y África, quitines y marichalares acortaron por los canales de Suez y Panamá. Qué listos. Por otro lado, al subir a bordo la primera vez, dos de los encargados del tinglado, ataviados con un niki con el escudo de España y la leyenda “Administración General del Estado” en el pecho, se enzarzaron en una disputa a propósito del abrigo que uno de ellos había dejado tirado de mala manera en una barandilla. El uno -al que llamaremos “el Sensato”- argumentaba que aquello era un museo y había que tratarlo como tal; el otro, el del abrigo -al que llamaremos “el Gilipollas”-, gritaba, delante de todos los visitantes, que él dejaba su abrigo donde le salía de los cojones y que estaba hasta los huevos de que le dieran órdenes. Qué bella metáfora de la Administración del Estado. Al subir a bordo por segunda vez, mi hijo -supongo que para poner orden- se autoproclamó capitán del barco, preguntó por Peter Pan y pidió que le enseñaran dónde estaba escondido el tesoro. Afortunadamente, “el Gilipollas” había quedado relegado a la alienante tarea de regalar gorritas y bolsas a la salida y “el Sensato”, aprovechando que nadie miraba, nos dejó pasar al clausurado camarote principal en busca de Peter Pan y el tesoro. Ventajas de viajar con niños.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Vacaciones

Mañana me voy de vacaciones a una casa rural sin conexión a internet, así que hasta el lunes o el martes que viene no actualizaré el blog. Eso sí, para entonces espero haber recopilado nuevas y jugosas fobias, porque estos días suelen dar mucho de sí: que si los atascos, que si los cabestros al volante (principalmente, de audis, bemeuves y mercedes), que si los menúes tóxicos en restaurantes de carretera, que si los destinos que no cumplen lo prometido, que si los cerdos que dejan regueros de mierda a su paso por una playa o una montaña... Para empezar, a llenar el coche, lo cual, con dos niños, viene a ser como la travesía de Magallanes y Elcano, pero sin ron ni escorbuto. Feliz pre-Semana Santa a todos, que la de verdad la pasaré en casita, viendo todas las películas friki-bíblicas que acostumbran a emitir en tales fechas (mi favorita, "La túnica sagada", con Victor Mature en una de las peores interpretaciones de la historia del cine).

martes, 27 de marzo de 2007

El Pitufo Gruñón


En un blog como éste no podía faltar un emocionado homenaje al Pitufo Gruñón, el pitufo que, mientras sus siempre felicísimos congéneres, más que vivir debajo de hongos, parecen estar bajo sus efectos, odia cuanto sucede a su alrededor. En otras palabras, el único lo suficientemente lúcido para darse cuenta de la patética existencia de los de su condición.

Pongámonos en la piel de este rara avis y miremos por sus ojos. ¿Qué vemos? A una panda de descerebrados, ataviados con barretina catalana blanca, que tienen por máxima aspiración vital la de hartarse de zarzaparrilla (por cierto, ¿qué coño es la zarzaparrilla?) y que, como los Village People, se distinguen por incluir en su vestimenta alguna prenda relacionada con su profesión o carácter.

Vemos también a un padre único que deja corto a San Luis, el de los 100.000 hijos, porque se supone que él solito ha engendrado a todos los pitufos, desde el Deportista y el Leñador hasta, digo yo, el Pitufo Chapero y el Coprófago. ¿Una metáfora bíblica? ¿Papá Pitufo como Dios Padre Creador? Recordemos que no hay ninguna Mamá Pitufa, con lo que o Papá Pitufo -reconocible por la barba y por llevar, él sí, una auténtica barretina catalana roja- es hermafrodita o, en efecto, ha creado a sus pitufos de la nada en el misterioso laboratorio que esconde en su seta.

Ahora bien, en cualquiera de los dos casos, ¿de dónde sale la Pitufina, esa rubia con aspecto de zorrón de puerto que, en un capítulo, aparece de repente en el pueblo pitufil y, claro está, revoluciona la hasta entonces apacible -y onanista- vida de nuestros solitarios amiguitos? Estos, más salidos que Michael Jackson en Juvenalia, llegan al enfrentamiento físico en su empeño por conquistarla. ¿Todos? No, todos menos uno: el Pitufo Gruñón, que no se deja seducir por las zalamerías de esta calientapollas, a quien cuesta poco imaginar en plena gang-bang con los pitufos Camionero, Leñador, Transexual y Negro (porque pitufos negros los hay en otro capítulo, aunque son malos: ¿racismo pitufero?).

Del Pitufo Gruñón hay que decir también que es el único que conjuga los verbos como Dios (o Papá Pitufo) manda: “Odio bailar”, “odio el deporte”, “odio la zarzaparrilla”… son algunas de las frases que lo engrandecen, mientras que las más elaboradas que saben construir sus compañeros son del tipo “Me he pitufado un pitufo después de pitufar”, susceptible de múltiples significados, desde “He desayunado un bollo después de levantarme” hasta “Me he fumado un cigarrillo después de pajearme”.

De esta Sodoma liliputiense, sólo se salva, pues, el Pitufo Gruñón, hasta sus azules huevos de tanta superficialidad, frivolidad, inanidad y muchos más sustantivos que acaban en –idad. Llegado el momento de su inevitable suicidio, es de esperar que, en una nueva muestra de sensatez, decida llevarse consigo al resto de pitufos, revelando los accesos secretos del poblado al mago Gargamel, partidario del Pitufolocausto.

P.D.: Un recuerdo también para el afortunadamente desaparecido “Helado de pitufo”, ideado décadas atrás por alguna compañía de alimentación sin escrúpulos cuyo color azul fosforito hacía de él el dulce más tóxico ingerido por los niños españoles desde los alucinógenos bollos “Pantera rosa”.

domingo, 25 de marzo de 2007

Ramoncín


La trayectoria de este hombre es pasmosa. Aunque aquí hay una biografía completa, ofrezco un resumen, que tampoco es cuestión de dedicarle tiempo.

Ramoncín empezó destronando al Kentucky Fried Chicken y autoproclamándose Rey del Pollo Frito, pseudónimo insólito cuya explicación bien merecería un monográfico de "Cuarto Milenio". Allá por los 70, su majestad aviar salía al escenario vestido como una mezcla de Ana Torroja con el batería de los Sex Pistols. Luego dejó las pintas punkies y optó por el look "colega", que, a su más de 50 años, aún no ha tenido la dignidad de abandonar.

Convertida su carrera musical en un Guadiana creativo, tuvo a bien alternarla con otras actividades más lucrativas. Una de ellas, la presentación del concurso televisivo "Lingo", que mi abuela no se perdía jamás hasta que le vio en la tele abrazando a Felipe González durante un mitin (de Felipe, no de Ramoncín). Otra, la participación como tertuliano en programas de hondo calado intelectual como "Moros y cristianos", donde le acompañaban Pilar Rahola, el Padre Apeles y otros referentes morales, y "Crónicas marcianas". Y una tercera, la edición de ese best seller denominado "El tocho cheli" o algo así, en el que lega a la humanidad sus conocimientos en materia de jerga y palabros castizos.

De unos años a esta parte, este ¿artista/intelectual/hombre del Renacimiento? está empeñado en volver al mundillo musical, para lo cual no se le ha ocurrido nada mejor que participar en festivales tipo Viña Rock, donde tuvo que suspender su concierto al ser abucheado y apedreado por el (nunca mejor dicho) respetable, y ser nombrado no sé qué alto cargo de la SGAE, desde el que ejerce de paladín del antipirateo musical. Esto último es comprensible si se tiene en cuenta que los derechos de autor que cobra este ¿artista/intelectual/hombre del Renacimiento? deben de ser patéticos, porque, en las últimas dos décadas, ¿alguien ha escuchado -en la radio, en una discoteca...- alguna canción de Ramoncín que no sea la de "Hormigón, mujeres y alcohol"? Y claro, vivir de las rentas de UNA canción es complicado. Por cierto, se me fijen en la letra (sólo las tres primeras estrofas, tranquilos):

Litros de alcohol corren por mis venas, mujer (vamos, que se ha equivocado y en vez de meterse un pico se ha pinchado ginebra, el muy inútil).
No tengo problemas de amor (no te lo crees ni tú).
Lo que me pasa es que estoy loco por privar (fascinante verso).

No te preocupes más por mí (si no lo hago).
Voy a dejar esta ciudad (yupiiiiiiii).
Ya no te voy a perseguir (a este hay que meterle una denuncia por acoso que se caga la perra).
Sólo te pido una vez más (dime, pesaíto).

Salta hacia atrás o quitate la ropa, mujer (disyuntiva incomprensible: saltar hacia atrás o quitarse la ropa: ¿qué coño tiene que ver?).
No provoques más mi pasión (ya hay que tener ganas),
Tengo un fuego dentro (vamos, que estás salido)
que no puedo contener (¿has oído hablar de las pajillas?).

Más preguntas: ¿alguien tiene o conoce a alguien que tenga un disco de Ramoncín? Que no sé por qué se preocupa tanto por el pirateo: ¿alguien ha pirateado alguna vez una de sus canciones (doy por hecho que a nadie se le ocurriría un disco entero)?

Llegados a este punto, la verdad es que no sé si incluirlo siquiera en mi ranking de fobias, porque lo que me da es un poquito de pena. Desde aquí te suplico, Ramoncín, que abandones tus actividades actuales, condenadas al fracaso, pidas públicamente perdón a mi abuela (o salgas en la tele abrazando a Aznar, que le hará ilusión: a mi abuela, no a Aznar) y vuelvas a lo que mejor sabes hacer: presentar el "Lingo", que lo de formar palabras de cinco letras es mucho más fácil que componer canciones.

"300" finalmente

Ayer fui a verla, finalmente. Confirmada su condición de película friki por la cantidad de gente sola que había en el cine. Con mi suerte habitual, el tío de al lado portaba ración king-size de palomitas, que le hubiera insertado por vía rectal gustosamente. En su favor hay que decir que las devoraba con tanta fruición que, cuando empezó la película, se le habían terminado (entonces, ¿dónde queda la excusa habitual de este tipo de gente de que hay películas, como "300", que precisan del acompañamiento de palomitas?).

En la primera escena, un tipo examina a un bebé en busca de imperfecciones que justifiquen arrojarlo por un precipio. En la siguiente, un cachas le suelta un hostión a un niño que lo tumba. A partir de ahí, violencia in crescendo, centrada principalmente en las sucesivas batallas entre una panda de psicópatas neonazis (los 300 espartanos) y una multitud de freaks de la peor especie (250.000 según la Delegación del Gobierno, un millón según la Comunidad). Al frente de los primeros, el rey Leónidas y su coletita abertzale; comandando a los segundos, el rey Jerjes, una especie de Reina del Carnaval de Tenerife con piercings muy denterosos por toda la cara. Como he leído en otros blogs, en mi sesión los espectadores también nos descojonamos cuando Jerjes, posando sus manos sobre los hombros de Leónidas, se autodefine como "divino", en una de las escenas más gays de la historia del cine de acción.

Poco más que añadir, que, como digo, los blogs están saturados de comentarios sobre "300", y eso que la estrenaron ayer. Básicamente que, al lado de las batallas aquí rodadas, las de "El señor de los anillos" parecen el Love Parade; que el argumento es más simple que el discurso de Acebes o Pepe Blanco; que los diálogos convierten a "Los bingueros" en una obra de Shakespeare, y que todo se reduce a un espectáculo visual de primera magnitud. Sin haberme convencido del todo anoche, cuando salí del cine, hoy no puedo evitar que determinadas imágenes vuelvan a mí recurrentemente, señal de su carácter único. En fin, que pasé el rato, que era de lo que se trataba.

viernes, 23 de marzo de 2007

El París-Dakar

Venía hacia la oficina escuchando “París-Dakar”, la canción que cierra el mítico EP “Submarines a pleno sol” de “Los Nikis”, cuando me he acordado de mi extraordinaria aversión hacia este evento ¿deportivo? anual. Consiste en subir a un montón de idiotas, que no tienen otra cosa mejor que hacer en la vida que jugársela de la forma más estúpida, a bordo de motos, coches y camiones y animarles a conducir a toda hostia por algunos de los países más pobres del planeta. Resultado: año sí, año no se mata o se pierde alguno en el desierto y, lo que es peor, casi todos los años atropellan a un pobre pastor de cabras o a un niño descalzo que ha cometido la imprudencia de no enterarse a priori del recorrido del “Dakar” (así, a secas, le llaman los entendidos), como si tuviera medios para hacerlo.

Los participantes en este absurdo se refieren a él como una “dura prueba”. ¿Dónde está la dureza? Viene a ser como cuando Álvaro de Marichalar se cruza el Atlántico en moto acuática, que ya son ganas de perder el tiempo, y presume de su fortaleza y resistencia… asistido por un barco de apoyo, siete gepeeses, comunicaciones vía satélite y, no lo olvidemos, el motor de su embarcación, que él no tiene que ir remando precisamente…

Si un “deportista” de estos del “Dakar” quiere saber lo que es una prueba dura, que aparque en el arcén y se vaya a vivir unas semanillas a uno de los poblados africanos junto a los que pasa sin siquiera mirarlos, más atento a no volcar en la siguiente duna. Eso sí que es duro de cojones, no ponerte un mono forrado de pegatinas de patrocinadores y hacer el moñas en una moto o un coche que cuestan más que lo que ganarán cien familias de la zona en toda su vida. Por no hablar de los desechos que generan los vehículos y los equipos de la organización, la contaminación consiguiente, los destrozos en los parajes naturales por los que transitan y los mencionados accidentes.

Con estos magistrales versos concluye la canción de “Los Nikis”, en la que uno de los “deportistas” se estrella contra el árbol del Teneré: “ 2.500 nativos / vienen chillando hacia mí / Tronché su árbol sagrado / Creo que voy a morir”. No caerá esa breva.