jueves, 26 de abril de 2007

Santa Justa Klan

Santa Justa Klan es el nombre de un grupo de ¿música? surgido a raíz de esa cosa que algunos se empeñan en llamar serie, “Los Serrano”. Supongo que la brillante idea del productor al que se le ocurrió parir este engendro fue, amén de aprovechar su tirón televisivo, ofrecer a los actuales adolescentes españoles un grupo que se pretende a su imagen y semejanza. O, dicho de otra forma, dirigirse a ellos en su propio “idioma”, reflejando las que, a su juicio, deben de ser sus inquietudes y experiencias.

Pues estamos apañados. Si esta es la generación que va a pagar nuestras pensiones, ya podemos ir aprobando la eutanasia activa. He estado navegando por la web oficial www.santajustaklan.net y, al azar, he pinchado en una de sus canciones (“Yo paso del amor”). Extracto un par de estrofas:

Estar enamorado es una chorrada
que no te deja ni dormir.
Te pasas como empanao
las noches y los días.

Estar enamorado es una gilipollez.
Yo paso del amor.
Yo quiero jaleo en vez
de tanto amor.


Impresionante, ¿eh? La primera, en verso libre. La siguiente, en una muestra de revolucionario atrevimiento, rimada. ¡Y qué rimas! Gilipollez” con “vez” y, atención, “amor” con “amor”. Por no hablar de esa frase magistralmente encabalgada en los dos últimos versos. Ni los dadaístas fueron tan osados. Si Bécquer, el otrora poeta de la adolescencia, levantara la cabeza, se la volaba como su compañero de siglo Larra.

Evidentemente, mando al azar a tomar por saco y me dedico a leer con fruición todas las letras. Descubro esta otra perla, del temazo “La profesora de inglés”:

Qué malo está el pescado.
Qué mala la lechuga.
Qué malo el estofado
Y la sopa de verdura.
Qué malas las acelgas.
Qué malo el consomé.
Las coles de bruselas.
Qué malo está el puré.

Pero qué buena está la profesora de inglés.
Cada vez que la veo, la baba salpica mis pies.
Qué buena está la profesora de inglés.
Cada vez que la veo, la baba salpica mis pies.


La primera estrofa se carga de un plumazo los esfuerzos del Ministerio de Sanidad por fomentar la dieta mediterránea entre los jóvenes. La segunda provoca náuseas si uno se imagina a Boliche, el gordo apestoso del grupo (como todo el mundo sabe, una cosa es ser o estar “gordo” y otra ser un “gordo apestoso”), babeando cual troll de la serie “David el Gnomo”.

Y no se vayan todavía, que aún hay más. Lea uno la letra que lea, descubre lindezas como la siguiente, la canción “Me pica”, que reproduzco entera por su interés sociológico:

Me pica mucho, me pica,
y cuanto más me rasco, más me pica.
Empollando y estudiando, por la tarde repasando
entre libros y cuadernos, no me explico lo que siento.
Es un picor, es un dolor, un escozor, algo peor.
Corre, corre y me recorre,
me recorre, me recorre.

Pillo que te pillo
”El Señor de los Anillos”.
Pilla por la orilla
las faldas de esa niñas.
Vaya tía, vaya hembra,
la mujer de David Beckham.
Los pimientos de Padrón,
unos pican y otros non.


(Estos cuatro últimos versos harían palidecer de envidia a André Breton, el padre del surrealismo literario).

Me pica mucho, me pica,
y cuanto más me rasco, más me pica.
Todo el día con la Play,
eres un poco gay.
Aunque sea pequeño,
prefiero un caliqueño.


(Descubrimiento científico de primera magnitud: si juegas a la play station, eres "un poco" homosexual. La rima "pequeño"/"caliqueño", un hallazgo estilístico).

Paso de la ESO
y de la LODE, no te jode.
Prefiero ser Casillas
y anunciar unas natillas.
Mi padre se cabrea
cuando pierde España,
apaga la tele y se mete en la cama.


(No se me ocurre descripción más precisa de la España de hoy: el chaval pasando de estudiar porque prefiere ser un famoso televisivo y el papá sin enterarse de nada, embobado con el fútbol).

Yo me voy al baño,
algo me ha hecho daño.
No se por qué narices
me pican las lombrices.
Me pica mucho, me pica,
y cuanto más me rasco, más me pica.
Hey, amigos, a flipar como pepinos...


(¿Flipan los pepinos? ¿Lo sabe Arguiñano?).

Que una parte de la adolescencia española está formada por una panda de descerebrados es una realidad irrefutable, sobre todo para quien, como yo, tiene la desgracia de pasar a diario por delante de un instituto camino del trabajo. Lo que no acabo de entender es el empeño por descerebrar a esa otra parte que no se avergüenza de sus neuronas. A los productores de Santa Justa Klan habría que quemarlos vivos; a los padres de sus integrantes, empalarlos, y a ellos, darlos en adopción a una familia del Opus. Bueno, a los tres pequeños, porque, según tengo entendido, el gordo apestoso es mayor de edad. De hecho, quien suscribe tuvo el privilegio de verle conducir por las calles de Madrid a bordo de un coche pequeño en el que sus carnes desbordaban por la ventanilla. Así que, como ya es mayorcito, que lo fusilen al alba en la Plaza Mayor, para escarmiento de sus congéneres.

P.D.: A punto de cerrar esta entrada, descubro un chat en elmundo.es con Santa Justa Klan, uno de cuyos miembros dice que la canción "Ke te pires" es su favorita" porque "ya era hora de meter un tema con mensaje". Ojo al mensaje:

Qué más da cuál es la piel,
me da igual la religión,
yo sólo me fijo en el corazón.
En cada persona hay algo que aprender
y en cada cultura hay tantas cosas por conocer.


!Bravo! Imposible más ñoñería. Los propongo para la actuación musical del próximo encuentro de la Alianza de Civilizaciones Zapateril.

viernes, 20 de abril de 2007

Chusma mal acostumbrada

El otro día, antes de una reunión, me tuvieron esperando en una sala de esas en las que un monitor de plasma emite continuamente la señal de una cadena de televisión, sin posibilidad de apagarla o bajar el sonido. Era la CNN+ y retransmitía en directo la sesión parlamentaria de control al Gobierno, algo que, evidentemente, sólo puede interesar a un canal que debe rellenar 24 horas de parrilla diaria con (supuestas) noticias.

Cuando vinieron a buscarme, me encontraron completamente embobado delante de la tele, como si estuvieran emitiendo la mejor serie de intriga. Pero no, ¡era la sesión de control al Gobierno! Preocupado por haberme enganchado a semejante bodrio, me puse a analizar el porqué y hasta ahora no he llegado a una conclusión: porque lo que estaba viendo era telebasura pura y dura, y ya se sabe que ésta, por mucho que se la critique, seduce más que la serpiente de Adán y Eva.

Allí estaban, frente a frente, el trío de los Panchos -Rajoy, Acebes y Zaplana- y el dúo cómico-vocal Zapatero-Fernández de la Vega. Sus intervenciones se sustentaban en dos sólidos pilares intelectuales, resumibles en "a-todo-lo-que-digas-yo-respondo-y-tú-más" y "a-ver-a-quién-se-le-ocurre-el-insulto-más-ingenioso”. Todo ello, claro, jaleado por sus respectivas bandas de hooligans, prestas a aplaudir las sandeces del portavoz propio y a rebuznar ante las del contrario. Obviedades, demagogia y descalificaciones se sucedían en la pantalla, como si aquello fuera la tertulia de “A tu lado” o un debate de “Crónicas marcianas”. Parecía que en cualquier momento iba a aparecer Crispin Klander caminando a saltitos entre los escaños socialistas o la Bruja Lola encendiendo velas negras en las del PP.

Sometidas mis neuronas a un auténtico genocidio, una de las pocas supervivientes se preguntó: “¿Y no será que lo que le pasa a esta chusma es que está mal acostumbrada en sus comparecencias en público?” Por desgracia, falleció antes de contestar (ya digo que me encontraron en un estado cercano al vegetativo), pero, después de ver el programa de ayer en el que "la gente de la calle" hacía preguntas en TVE a Rajoy, creo que la respuesta es afirmativa.

Al líder del PP, por ejemplo, le preguntaron su sueldo, si iría a la boda de un hijo homosexual, si no le parecía mal que sus diputados se comportaran como ultrasures, si no mintió Acebes como Pinocho tras el 11-M, si no era una contradicción criticar la “realidad nacional” del estatuto catalán y no la del andaluz… y un largo etcétera de cuestiones que probablemente nadie había tenido nunca los cojones de plantearle.

Rajoy, Zapatero y fauna similar están habituados a hablar en mítines de seguidores entregados, en foros institucionales donde el respeto es obligado, en el Congreso con el respaldo de sus aficiones vociferantes, ante políticos de signo contrario tan limitados como ellos o frente a periodistas más preocupados por que no se les enfade el político, no vaya a ser que no les conceda la próxima entrevista. Así que tienen que llegar la señora Pepa de Lugo o el señor Paco de Almería a hacer las preguntas de verdad, las que los tertulianos llaman al día siguiente “incómodas”, reconociendo que las suyas rozarían la adulación.

miércoles, 18 de abril de 2007

Francisco Ibáñez

El señor de la izquierda es un genio, un maestro, un dios. En otras palabras, el puto amo. Se llama Francisco Ibáñez y, aunque tiene en su haber a otros muchos personajes -el Botones Sacarino, Rompetechos, los habitantes de 13 Rue del Percebe...-, pasará a la historia como el creador de Mortadelo y Filemón.

Desde su primera aparición en 1958, los dos agentes de la T.I.A. han protagonizado más de 150 álbumes, de los que se han vendido casi 200 millones de ejemplares en todo el mundo. Con semejante curriculum a sus espaldas, el año que viene cumplirán medio siglo de existencia y, si éste fuera un país normal, a su papá deberían homenajearlo hasta en el Congreso de los Diputados. Como no lo es, la cosa se quedará en algún acto organizado por su editorial y en un montón de entrevistas y reportajes en lo que al día siguiente no será sino papel mojado. Ojalá me equivoque, pero de lo que España depara a sus creadores podrían dar fe los dos mejores, Cervantes y Velázquez, cuyos restos invito a buscar a cualquiera que venga a Madrid (tendrá que conformarse con un par de placas en la calle de Lope de Vega y en la Plaza de Ramales respectivamente).

Supongo que la comparación con los autores del Quijote y Las Meninas resulta exagerada, pero me batiría en duelo con quien osara poner en cuestión que Ibáñez está a la altura de los mitificados Hergé o el tándem Uderzo y Goscinny. Y eso sin tener en cuenta que el Tintín del primero es un nenaza con un flequillo que recuerda sospechosamente al del protagonista de "Algo pasa con Mary" (el que se peina con la mano llena de semen postmasturbatorio) y el Astérix de los segundos, un listillo abofeteable (misión imposible, por otra parte, por su inseparable dosis de poción mágica, que ya me gustaría ver cómo se las apañaba sin ella).

Cuando era pequeño, en no recuerdo qué curso del colegio, nos dejaban una hora libre para leer lo que quisiéramos, tebeos incluidos, por aquello de fomentar la lectura. Los que íbamos de guay nos plantábamos delante de un libro, que quedaba mejor, pero enseguida detectábamos a los que estaban leyendo un mortadeloyfilemón: por sus carcajadas. Hacer reír a un niño es muy fácil; hacer que se carcajee, complicadísimo. Y allí estaban mis compañeros, a mandíbula batiente, como yo cuando dejaba de ir de guay y devoraba cuantas aventuras de los dos agentes cayeran en mis manos. Hasta tal punto me parecían ya geniales entonces que no entendía por qué los adultos a mi alrededor no las leían. Es más, pensaba: "Por mucho que yo me haga mayor, es imposible que alguna vez deje de leerlas".

Evidentemente sí fue posible, pero ello no quita para que añore a unos personajes que, además de procurarme tantos ratos de entretenimiento y risas, seguramente contribuyeron como pocos a enriquecer mi imaginación, mi sentido del humor, mi creatividad, mi afición a la lectura y, por qué no, mi cultura. A este respecto, me encanta una anécdota que he leído en internet (no sé si será cierta, que en la red nunca se sabe) según la cual un concursante del programa "50 por 15" dijo haber acertado la última pregunta, acerca de los hotentotes, por haber leído en un mortadeloyfilemón a uno de los personajes empleando, para que le franquearan el paso a la sede de la T.I.A., la contraseña "esos tipos con bigote tienen cara de hotentote".

Volviendo al principio, no sé cómo se conmemorará el cincuentenario de Mortadelo y Filemón ni si estará a la altura de lo que merecen. A mí al menos me queda el consuelo de comprobar todos los años, en la Feria del Libro de Madrid, que la cola de Francisco Ibáñez sigue siendo la más grande (con perdón). En ninguna otra, ni en la del brasas de Antonio Gala, se pone tanta gente a la espera de que le dediquen un ejemplar, hasta el punto que el personal de seguridad tiene que habilitar unas vallas para poner orden entre niños y padres, curiosamente todos con la misma sonrisa en la boca. Al final resultará que las personas nos dividiremos entre las que hemos leído alguna vez un mortadeloyfilemón y las que no.

lunes, 16 de abril de 2007

Ell@s

Una de las más fascinantes estupideces por las que luchan las feministas radicales es la de acabar con la supuesta discriminación del idioma español, que prioriza al masculino sobre el femenino al referirse a un colectivo. O sea, que "los alumnos" engloba tanto a los niños como a las niñas que asisten a clase y "Pablo, Laura y Julita" son "guapos" porque el primero impone su género. A esto, como es sabido, se le llama economía del lenguaje, y éste es machista porque machistas han sido la inmensa mayoría de las sociedades humanas desde que un simio africano se alzó sobre dos patas. La pregunta es: ¿y? ¿Va a ser la sociedad más igualitaria porque Pablo, Laura y Julita sean "guapas" o "guapos y guapas" a un tiempo? Evidentemente, nuestro idioma es testosterónico, pero, si nos planteamos la cantidad de cuestiones aún pendientes en pro de la igualdad de la mujer, seguro que se nos ocurren un millón antes que la de cambiar los hábitos de 300 millones de hispanohablantes.

Uno de los mejores ejemplos de todo esto lo encontramos en el paranoico de Ibarreche, a quien es frecuente oírle perlas como "los vascos y las vascas queremos", lo cual, además de una parida digna de su delirante plan soberanista, puede generar dudas sobre la identidad sexual del presidente (¿o presidenta?) vasco (¿o vasca?). Sólo nos faltaba que este doctor Spok con chapela fuera hermafrodita y, consiguientemente, capaz de reproducirse consigo mismo, como si con un ejemplar de su especie la evolución no se diera más que por satisfecha.

No obstante, la palma se la llevan esos representantes de la izquierda más guay y progresista que, en sus escritos, utilizan la arroba, por su combinación de O y A, para unificar ambos géneros en una misma palabra. Quien suscribe, por ejemplo, recibió en su domicilio, cuando residía en Pamplona, una simpática misiva de los batasunos -izquierdistas guays y progresistas a los que se añade la condición de hijos (e hijas) de la gran puta (y puto)- en la que se nos animaba "a tod@s l@s vecin@s a apoyar el derecho de l@s pres@s vasc@s a ser atendid@s por dentistas originari@s de Euskal Herria". Ni que decir tiene que hube de leer varias veces la carta para enterarme de algo, porque el analfabetismo de su redactor, unido a tanta arroba y tanta tontería, convertía al "Ulises" de Joyce en el paradigma de la sencillez y la amenidad.

Juntemos a estos paladines del igualitarismo idiomático con los que ponen falditas a los monigotes de las señales de tráfico y tendremos a la panda de descerebrados más aburridos -porque supongo que algo mejor que hacer no tienen- desde aquellos jubilados que asistían a los mítines de Julio Anguita. Cuando lleguen a la vejez y se den cuenta de que el machismo sigue campando a sus anchas porque gente como ellos dedicó su tiempo a tareas tan imposibles -similares, por contraposición, a conseguir que los hombres hagamos dos cosas a la vez-, confío en que el nivel de su depresión los aboque al suicidio.

P.D.: Como criticar al nacionalismo vasco y a la izquierda, máxime en un mismo texto, lo convierte a uno en una especie de ultradarechista peligroso en este país bipolar, aprovecho para cagarme en todos los muertos de -por orden jerárquico- Rajoy, Acebes, Zaplana y Federico Trillo, para compensar. Otro día lo razonaré (y, claro, seré acusado de etarra o izquierdista).

viernes, 13 de abril de 2007

El brasas de Bono

A veces leo críticas de conciertos en las que se acusa a los músicos de fríos y distantes por limitarse a tocar y cantar, sin hablar apenas con el público. Nunca lo he entendido. Como explicaba el vocalista de Los Ramones, la gente paga un buen dinero por una hora y media de actuación, así que, cuantas más canciones quepan en ese tiempo, mejor. Por eso ellos llegaban, saludaban y no paraban de tocar durante 90 minutos, sin más pausa que la necesaria para gritar "One, two, three" o, en un soberano esfuerzo dialéctico, anunciar el título de la siguiente canción. ¿A quién le importaba lo que el izquierdista Joey o el derechista Johnny opinaran sobre tal o cual tema? A sus conciertos se iba a pegar voces, botes y empujones, y todo lo que se saliera de ahí, sobraba.

!Qué diferencia con otros! El ejemplo más claro: U2. Te chupas tu viaje en metro hasta un estadio abarrotado, te dejas 36 euros en la entrada, aguantas una cola de varias horas, te quedas a 50 metros del escenario sin ver un carajo, aguantas a los acomplejados de los teloneros, esperas pacientemente la interminable pausa tras la actuación de estos... y, cuando por fin salen los irlandeses, el brasas de Bono no tarda ni cinco minutos en soltarte un discurso sobre el hambre en el mundo, ni media hora en invitarte a reflexionar sobre el mensaje de Martin Luther King y ni una hora en pedirte que envíes un sms a no sé qué número y aportes así 1 euro a la salvación de la foca metrosexual del Amazonas o algo así.

Yo no niego que el hambre sea un problema, que lo que dijera Martin Luther King carezca de interés o que la foca metrosexual esté en peligro, pero he pagado los putos 36 euros -bueno, los 37, contando el sms- para ver y oír en directo a U2, no para que me adoctrinen. En caso contrario, me habría ido a un mitin político, a una misa o al cocido multitudinario de Aldeas Infantiles, eventos todos ellos, por cierto, gratuitos. Si quiero conocer la opinión de Bono sobre cualquier tema, que la escriba o la haga escribir en una entrevista, que ya decidiré yo si la leo. Porque ahí radica la clave del asunto: en su inevitabilidad. Estás en el estadio, rodeado de 60.000 personas, y no te queda otra que tragarte los discursitos de turno. Si por lo menos los dejara todos para el final, podrías irte a tu casa al acabar las canciones, pero el muy ladino los intercala entre ellas. ¿Cuál es el remedio? No lo sé. Quizás llamar a los antidisturbios con la excusa de que se está produciendo una manifestación no autorizada y ver cómo le parten a Bono su cara de místico estreñido.

lunes, 9 de abril de 2007

Expresiones y palabras odiosas (I)

Le pongo un I al título porque el listado es muy extenso y habrá más entradas. Lo que pasa es que hoy no tengo mucho tiempo y, cual escritor automático dadaísta, voy a recoger sólo las primeras que se me vengan a la cabeza.

- "¿Me entiendes?"
No soporto a quienes te cuentan algo e intercalan un "¿me entiendes?" cada dos por tres, como si fueras retrasado. Si te estuvieran explicando los secretos de la física cuántica, todavía, pero es que, por lo general, su conversación la comprendería hasta el hermano tonto de Forrest Gump. Ejemplo: Belén Esteban, que puede preguntar cien veces "¿me entiendes?" mientras explica por qué Jezulí no ha ido al cumpleaños de Andreíta, fascinante misterio sólo al alcance de iniciados.

- "Estambul, crisol de culturas" o "Estambul, a caballo entre Oriente y Occidente".
Deberían amputarle las manos a cualquier periodista que escriba un reportaje sobre la ciudad turca y emplee, en algún momento, una de estas dos expresiones. Si usa ambas, está justificada también la amputación de las piernas. Lo bueno es que estos maestros de la originalidad suelen incluirlas en el primer párrafo, lo que permite ahorrarse el resto del texto, en el que, sin duda, hablarán también de la majestuosidad de la mezquita azul, de los paseos por el Bósforo o de que "todo se vende y se compra en el Gran Bazar". O eres Truman Capote, capaz de hacer de la vida de tu asistenta una obra de arte, o empieza a plantearte que ya está todo dicho sobre Estambul. Así que hala, a Ankara.

- "Chavalote", "socio", "jefe" y "campeón".
Me pueden llamar hijoputa, cabrón, gilipollas, subnormal, bastardo, abrazafarolas... y me da bastante igual. Pero como alguien me califique de "chavalote", "socio", "jefe" o "campeón", estoy dispuesto a batirme en duelo en la mismísima Cuesta de la Vega, cual Alatriste delgaducho. Lo de chavalote creo que responde a un trauma infatil, porque, de pequeño, hubo una temporada en que todos los días me atracaba -intentaba atracarme, dadas mis penurias económicas- el mismo yonki, que se dirigía a mí con ese término. Lo de socio, jefe y campeón se explica por sí solo, ¿no?

- "Lo importante es el equipo".
Un equipo de fútbol hace un partido bochornoso, pero se salva porque uno de sus jugadores tiene el día inspirado y mete dos goles. Al acabar el encuentro, le felicitan y él va y suelta: "Lo importante es el equipo". !Pero qué coño va a ser importante el equipo! El equipo es una panda de niñatos multimillonarios que, con lo que cobran, deberían comerse los postes de la portería cada vez que ponen un pie en el campo, así que a tomar por saco la falsa modestia y a decir las cosas como son: "El equipo es una mierda y, si no es por mí, nos comemos los mocos".

- "Pero lo que cuenta es que lo has pasado bien, ¿no?"
Dicha por el presentador de un concurso a un concursante que ha llegado al final del programa sin ganar ni un mísero euro porque el amigo del comodín de la llamada estaba de resaca, merece una respuesta del tipo "lo habrá pasado bien tu puta madre, porque yo llevo siete horas aguantando el calor de los focos, riendo tus patéticos chistes y respondiendo preguntas estúpidas para ganar el suficiente dinero con el que pagarle una silla de ruedas nueva a mi hermano sifilítico".

viernes, 6 de abril de 2007

Y un suicidio lamentable

Al hablar en la entrada anterior de un (deseable) suicidio, me he acordado de uno digno de lamentar (que no de condenar), el del escritor austriaco Stefan Zweig, cuyo autobiográfico "El mundo de ayer. Memorias de un europeo" se encuentra entre los mejores libros que he leído. En él, Zweig repasa el periodo comprendido entre su infancia en la Viena decimonónica y su partida al exilio en los prolegómenos de la Segunda Guerra Mundial, obligado por su condición de judío.

No le quedó mucho más que contar, ya que puso fin a su vida en 1942, incapaz de soportar el derrumbe de ese "mundo de ayer" al que hace referencia el título. O, como escribe en el prefacio de esta obra, después de haber sido "testigo de la más terrible derrota de la razón y del más enfervorizado triunfo de la brutalidad". O, más aún, como reza una de las notas encontradas junto a su cadáver:

(...) ahora que el mundo de mi lengua madre ha perecido y Europa, mi hogar espiritual, se destruye a sí misma (...). Comenzar de nuevo requeriría un esfuerzo inmenso cuando he alcanzado los sesenta años. Mis fuerzas están agotadas por los largos años de peregrinación sin patria. Así, juzgo mejor poner fin, a tiempo y sin humillación, a una vida en la que el trabajo espiritual e intelectual ha sido fuente de gozo y la libertad personal, mi posesión más preciada. Saludo a mis amigos. Quizá ellos vivan para ver el amanecer tras la larga noche. Yo estoy demasiado impaciente y parto solo”.

Realmente no partió solo, porque su segunda mujer se suicidó también, abrazada a él. Y él murió como el señor que había sido toda su vida: con humildad y sin dramatizar, dejando incluso dinero y una carta de disculpa para su casera por las molestias que su decisión pudiera causarle.

En cualquier caso, volviendo al libro, no es una autobiografía al uso. Lo que hace el autor es servirse de su propia vida para describir la Europa de su época, que es la verdadera protagonista, y, sobre todo, para descubrirla, para desentrañar qué éra y qué representaba. Como afamado escritor, Zweig se codeó con las figuras más destacadas de la intelectualidad continental, y es en lo que llama "la fraternidad espiritual" de todas ellas donde descubre el ser europeo.

Ahora que cada cumbre de la UE termina en fracaso porque nuestros representantes son incapaces de ponerse de acuerdo sobre qué coño es esto de Europa más allá de un mercado común, no estaría de más que se leyeran "El mundo de ayer", a ver si se les pega algo y no ponen esa cara de idiotas desorientados en la próxima foto conjunta.

Que nadie crea, sin embargo, que éste es un libro político. Se trata de una amenísima narración -porque Zweig es un maestro en la materia, dotado como pocos de ritmo y precisión lingüística- en la que intercala reflexiones sobre todo tipo de cuestiones: el paso de la infancia a la adoslescencia, el desarrollo personal, las costumbres sociales, el papel de la literatura, la condición de refugiado... Aunque lo leí hace un par de años, recuerdo, por ejemplo, su crítica a la enseñanza oficial por su incapacidad para formar a las personas con una humanidad que él sí encontraba en los cafés vieneses, su confrontación entre el alborozo con que fue recibida en la capital austriaca la Primera Guerra Mundial y, una vez conocida de cerca su brutalidad, la tristeza generalizada de la posguerra, su anécdota de cómo quedó fortuitamente encerrado en el estudio de Rodin sin que éste lo advirtiera, con el consiguiente privilegio de asistir en directo al proceso creador del escultor...

Una obra muy recomendable, en fin, que, como escribió un crítico literario, produce un efecto curioso: cuando uno termina de leerla, le entran unas ganas irrefrenables de invitar a un café a su autor.

Invitación a un suicidio


Acababa de terminar de ver por nosecuantava vez -y siempre por estas fechas- "Quo vadis", fascinado con esos trajes romanos que parecen comprados en Zara y esos decorados que ni en Ikea, cuando, haciendo zapping, me he topado en Tele 5 con un especial de "El buscador" dedicado a la desaparición del niño canario Yéremi. Una hija de la gran puta, enviada especial junto a la casa de los padres del pequeño, ha afirmado que le constaba que estos estaban viendo el programa por la cantidad de datos nuevos que les iba a aportar. He ido al baño -a hacer un pis, no a vomitar, que hubiera sido lo normal- y, al volver, el calvo bastardo del presentador especulaba con que a Yéremi lo hubiera secuestrado una secta satánica para sacrificarlo en uno de sus rituales. Se apoyaba en el testimonio de un presunto experto con cara de retrasado mental según el cual estos grupos estarían detrás de las frecuentísimas desapariciones de niños en Canarias. ¿Y estos son los nuevos -y consoladores- datos para los padres?

Lo curioso es que ni siquiera me he indignado. Será porque soy de los que piensan que en esto de la telebasura tanta culpa tienen los que la emiten como los que la ven, con lo que "El buscador" se estaba limitando a suministrar a las moscas su ración de mierda diaria. Eso sí, he intentado transmitirle telepáticamente al presentador algunas preguntas. ¿De verdad te importa algo Yéremi y su familia? ¿Te has parado a pensar lo que sentiría ésta? ¿Eres de los convencidos del "interés social" de tu trabajo o tienes al menos un atisbo de dignidad para reconocer que, mientras te paguen, como si has de mostrar el cadáver violado de tu madre? ¿Al acabar el programa te irás a tu casa tan contento o de copas, que mañana es fiesta? ¿Podrías tomar ejemplo de Nerón-Peter Ustinov, que, al final de "Quo vadis", decide morir como un verdadero emperador "después de vivir como un monstruo", suicidándose antes de que la plebe, que ha asaltado el palacio, llegue a sus aposentos? ¿Has pensado cuánta audiencia conseguirías con la retransmisión de tu propia muerte? En caso afirmativo, ¿te importaría sufrir?

miércoles, 4 de abril de 2007

Salchichas antisemitas y similares

He visto en la tele un anuncio de unas nuevas salchichas con leche, creo que de Campofrío y, por lo que he entendido, destinadas al consumidor infantil. ¿A qué clase de mente enferma se le ha ocurrido semejante aberración? Supongo que es un paso más en esa carrera que parecen haber emprendido las empresas del sector de la alimentación por inventar el producto más friki so pretexto de sus presuntos beneficios para la salud. El planteamiento del anuncio viene a ser: como la leche es sana, una salchicha con leche también lo es. Fácilmente rebatible: como la leche es sana, ¿una mierda con leche también lo es? ¿No será mejor comer carne por un lado y beber un vasito de leche por otro? ¿Por qué esa manía de mezclar las cosas o, peor aún, de "adjuntarles" isoflabonas, omegastrés, bios y un montón de sustancias más que nadie sabe lo que son pero que publicitariamente suenan tan bien? !A dejarse de gilipolleces y a seguir la dieta mediterránea, coño, que bien rica que está (si esta frase se exclama empuñando un bastón y con una boina en la cabeza, se consigue un efecto mucho mayor)! !Que la verdura, la fruta, las legumbres, los cereales, los lácteos... son sanos de por sí y no precisan de añadidos artificiales! !Que mis abuelas han superado los 85 años limitándose a comer de todo y moderadamente, sin necesidad de José Coronado y su fibra para cagar bien!

Aunque, ahora que lo pienso, siguiendo las enseñanzas de Pedro J. Calvorota e Iker Jiménez, los paladines del periodismo de investigación español, siempre prestos a indagar en el lado oculto de la noticia, procedo a preguntarme: ¿no formarán parte las salchichas con leche de un complot antisemita? Porque, como es sabido, los seguidores de la Torah tienen prohibida la mezcla de carne y lácteos. ¿Quién, si no un nazi, ha podido pergeñar estos productos para detectar a los niños judíos con más facilidad que mediante el procedimiento habitual (bajarles los pantalones en busca de su colita circuncidada)? Ya estoy viendo los titulares de "El Mundo" a cinco columnas: "Bin Laden bombardeará Tel Aviv con salchichas españolas / Casimiro García Abadillo se infiltra en la fábrica de Campofrío disfrazado de croqueta de jamón / Zapatero aboga por la Alianza Mundial Nazi-Judía / Rajoy declara algo pero no se le entiende porque tiene frenillo / Carod Rovira pide la sustitución de las salchichas por butifarras". Quedan demostradas, pues, las letales consecuencias de "alimentos" como estos: sin haberlos consumido siquiera, me he vuelto gilipollas.

martes, 3 de abril de 2007

Apuntes vacacionales

Es decir, recuerdos y reflexiones todo-a-cien que demuestran la capacidad de desbarre de la mente humana durante las vacaciones (en este caso, en una casa rural en Caravaca de la Cruz, Murcia).

- Se confirma que audis, mercedes y bemeuves son las marcas favoritas de los hijoputas -siempre hombres- para los que en la carretera no hay más carril que el izquierdo y su vida y la de los demás importan un pimiento (en lo de su vida les doy la razón).

- Nada más llegar a la casa rural, mi hijo de tres años saludó al dueño con un refinado “Hola, caca”. Por suerte, pasó desapercibido para el señor, sordo a todo lo que no fuera su incesante verborrea sobre las bondades del inmueble, entre las que destacó el hecho de que el sillón hubiera sido adquirido en El Corte Inglés (¿y?). Qué envidia me dan los niños y los ancianos, a los que se les disculpa el socialmente imperdonable pecado de decir lo que se piensa. Imaginé la cara de varios conocidos si me diera el gustazo de soltarles un “Hola, caca” la próxima vez que me los encuentre.

- En el santuario de Caravaca hay un lignum crucis, es decir, un presunto trozo de la supuesta cruz en la que presumiblemente fue crucificado Jesucristo. Pues muy bien. Allá cada uno con sus creencias. Para mí tiene el valor histórico de haber sido objeto de culto desde hace unos ocho siglos, lo que justifica haberme subido unos 500 escalones con un carrito de bebé a cuestas.

- Aún existen tomates que saben a tomate. Y los tienen escondidos en Murcia. Qué diferencia con esas cosas harinosas y aguadas que venden en Madrid, supongo que repletas de pesticidas o engordadas artificialmente.

- Hay pocas cosas tan hermosas en la Naturaleza como un caballo. En una finca junto a la casa rural pastaba uno blanco que se me quedaba mirando todos los días al pasar con el coche. Ojo a la reflexión que me descubrí haciendo en una de esas ocasiones: algún día los caballos se vengarán de los hombres por haberlos usado durante tantos siglos para ir a la guerra. No había bebido; es mi cerebro, que funciona así.

- Las esculturas, relieves y adornos de la fachada de la preciosa catedral de Murcia están cubiertos con una especie de clavos que, perpendiculares a la pared, evitan que se posen las palomas y defequen sus corrosivas cacas. Cuando lo descubrí, me imaginé a una paloma (¿no era el símbolo de la paz?) sangrando, ensartada junto a un relieve de la Virgen. También pensé: ¿es en esta plaza, frente a la catedral, donde Ramonchu García nos tortura año tras año con el programa más bizarro de la tele, "Murcia, qué hermosa eres"?, duda que sigo sin resolver.

- Hay un niño asqueroso en Cartagena que es igualito a Nigel, el malo traidor de la película “Top secret” (sí, el de los rizos rubios que se disfraza de vaca y es sodomizado por un buey). Se dedica a eso mismo: a dar por culo a otros niños que intentan compartir con él los columpios. Agradecería a todo visitante de tan bonita ciudad costera que, si se topa con él, le meta una colleja cuando no miren sus padres.

- En el puerto de Cartagena estaba la réplica de la nao Victoria con la que, hace un par de años, unos “aventureros” de esos tipo Álvaro de Marichalar o Quitín Muñoz (creo que, de hecho, este último) dieron la vuelta al mundo emulando la hazaña de Magallanes y Elcano. Ocurre que, mientras estos tuvieron que rodear América y África, quitines y marichalares acortaron por los canales de Suez y Panamá. Qué listos. Por otro lado, al subir a bordo la primera vez, dos de los encargados del tinglado, ataviados con un niki con el escudo de España y la leyenda “Administración General del Estado” en el pecho, se enzarzaron en una disputa a propósito del abrigo que uno de ellos había dejado tirado de mala manera en una barandilla. El uno -al que llamaremos “el Sensato”- argumentaba que aquello era un museo y había que tratarlo como tal; el otro, el del abrigo -al que llamaremos “el Gilipollas”-, gritaba, delante de todos los visitantes, que él dejaba su abrigo donde le salía de los cojones y que estaba hasta los huevos de que le dieran órdenes. Qué bella metáfora de la Administración del Estado. Al subir a bordo por segunda vez, mi hijo -supongo que para poner orden- se autoproclamó capitán del barco, preguntó por Peter Pan y pidió que le enseñaran dónde estaba escondido el tesoro. Afortunadamente, “el Gilipollas” había quedado relegado a la alienante tarea de regalar gorritas y bolsas a la salida y “el Sensato”, aprovechando que nadie miraba, nos dejó pasar al clausurado camarote principal en busca de Peter Pan y el tesoro. Ventajas de viajar con niños.