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lunes, 14 de mayo de 2007

Películas para acríticos

O sea, películas que uno no comentaría en una reunión con críticos de esos que se pajean con el cine iraní o para los que "Babel” es el “paradigma de la deconstrucción narrativa” pero que, por más que las ponen en la tele, no puede dejar de ver.

- "Aterriza como puedas".
El surrealismo hecho película. Ese comandante preguntando al niño que visita la cabina si ha estado alguna vez en una prisión turca, esa azafata que ofrece a una anciana interesada en leer algo el folleto “Viejas leyendas de deportes judíos”, esa histérica ante la que el resto de pasajeros hace cola para hostiarla, ese Karim Abdul Jabbar saliendo a rastras con el uniforme de los Lakers, esas conversaciones del tipo: “Debemos aterrizar lo antes posible, hay que llevarlos a un hospital” / “¿Qué es, doctor?” / “Un gran edificio blanco lleno de camas y enfermos, pero eso no importa ahora, señorita...” Podré verla mil veces y me seguiré riendo con escenas como éstas, aunque me las sepa de memoria (o precisamente por ello).

- "Top secret".
De los mismos y, por tanto, igual de surrealista: el vendedor ambulante que ofrece “zurullos de coña”, la presentación de los miembros de la Resistencia francesa (Café au lait, Croissant, Canapé, Tour Eiffel…), “aquella-cuyos-senos-desafían-la-ley-de-la-gravedad”, la abuela en taca-taca que responde a la llamada que debe anular una ejecución, el guerrillero que estornuda y, al ver el “resultado” en sus manos, se tira por la ventana…

- "Granujas a todo ritmo".
Patética traducción de “The Blues Brothers”, pues de ellos trata la película, de los hermanos Jack y Elwood Blues, creados por los actores Dan Aykroyd y John Belushi para resucitar los grandes clásicos del soul en giras organizadas al efecto en Estados Unidos. El planteamiento es simple: tras la salida de la cárcel de Elwood, éste tiene una visión: han de reunir a la banda para recaudar fondos con los que salvar el orfanato en el que estuvieron de niños. En el camino, se toparán con Aretha Franklin, Ray Charles o James Brown; serán perseguidos por músicos country, nazis y policías; intentará asesinarlos la exmujer de Jack, interpretada ni más ni menos que por Carrie Fisher (la princesa Leia)… y todo ello sin quitarse en ningún momento los sombreros, las gafas de sol y los trajes negros, copiados por “Caiga quien caiga”, y sin que dejen de sonar clásicos como “Think”, “Sweet home Chicago” o “Everybody needs somebody to love”. Dicen que la persecución de coches del final es la mejor de la historia del cine.

- "Forrest Gump".
Es original la idea de repasar la historia reciente americana de la mano de un retrasado mental, atribuyéndole algunos hitos de la misma y presentándolo como el único personaje con principios sólidos, capaz de saltar de su barco en marcha porque le gritan desde la orilla que su madre se está muriendo. Otras escenas favoritas: la de Forrest dando de hostias a un líder de los “panteras negras” que osa pegar a su amada, la de los frikis que lo convierten en una especie de líder espiritual por dedicarse a correr de costa a costa, la de su creación accidental del icono Smiley…

- "Un día de furia.
¿Cómo no sentirse identificado con el protagonista? ¿Cuántas veces hemos sentido ganas de amenazar con una recortada al típico dependiente o funcionario incapaz de saltarse una norma por muy lógico que resulte hacerlo, como la camarera de la hamburguesería que se niega a servir un desayuno a Michael Douglas por pasar dos minutos de la hora estipulada? ¿Hasta qué punto deseamos los madrileños disponer de un bazoka con el que volar alguna de esas aceras levantadas una y mil veces por tanta obra? ¿Qué no daríamos por acojonar con nuestro arsenal a los despreocupados usuarios de un campo de golf construido, especulación mediante, sobre lo que antes era un parque infantil?

- Las de Bud Spencer y Terence Hill.
Es decir, “Y si no, nos enfadamos”, “Estoy con los hipopótamos”, “Dos superpolicías” y tantas otras películas increíblemente malas pero, como pocas, capaces de provocar tanta nostalgia a un treintañero. Ahora resultarían políticamente incorrectas, porque el tema, siempre el mismo, radicaba en la resolución de conflictos a bofetada limpia, pero ¡qué bofetadas! Con la mano abierta y hacia abajo las de Spencer; con todo tipo de objetos (sartenes, palos de billar, raquetas…) las de Hill. Recuerdo que, en el colegio, nos invitaron a todos los alumnos a ver una de sus películas, no recuerdo cuál. El caso es que, en un momento determinado, después de que el malo –un comisario corrupto o algo así- le hubiera estado tocando las pelotas durante todo el metraje a Bud Spencer, éste le metía un soplamocos que lo dejaba tumbado y que todos los espectadores esperábamos como agua de mayo. ¡La sala estalló en aplausos y hurras! ¿Dónde se ve eso ahora?

- "Abierto hasta el amanecer".
Pocas cosas desahogaban tanto como esos videojuegos sin argumento en los que podías dejar el cerebro en la habitación de al lado y preocuparte tan sólo de masacrar a todo aquel que se cruzara en tu camino. Como estas distracciones han pasado a la categoría de arte (igual que los cómics, que ahora son “novelas gráficas”), se han enrevesado hasta extremos inverosímiles (para jugar a algunos hay que haberse leído la obra completa de Tolkien o tener una licenciatura en Aeronáutica) y uno no tiene tiempo ni ganas que dedicarles, la segunda parte de esta peliculilla de Robert Rodríguez ofrece esa relajante dosis de violencia gratuita que todos necesitamos de vez en cuando para rebajar la tasa de adrenalina. George Clooney y Harvey Keitel exterminando vampiros y zombies mientras suena la música de “Tito y tarántula”… qué placer.

- "Grease".
Al igual que todos llevamos dentro un nazi intolerante -o un estalinista violento, por satisfacer a todas las sensibilidades políticas- al que apaciguar con películas como las anteriores, todos tenemos nuestro lado hortera. Y “Grease” es la exaltación de la horterada, con sus personajes vestidos de chuloputas, sus cantantes sin complejos a la hora de entonar el falsete, sus coches rosas con alerones, sus coreografías grotescas… y esos nombres, Sandy y Danny, que vendrían a ser nuestros actuales Jonathan y Jennifer.

P.D.: Volviendo al cine iraní, recuerdo una peli que vi, titulada "¿Dónde está la casa de mi amigo?", cuya sinopsis decía algo así como "Un niño, viendo que su amigo se ha olvidado el cuaderno en clase y que el profesor le castigará por ello al día siguiente, decide hacerle los deberes y buscar su casa para dárselo". Bien, pues resulta que la sinopsis coincidía al pie de la letra con el guión, porque eso, y no otra cosa, era lo que pasaba en hora y media. El puto niño protagonista hacía los deberes, buscaba la casa del colega, más desorientado que Jesulín de Ubrique en el Thyssen, y, cuando la encontraba, le daba el cuaderno de marras... y se acabó.

domingo, 25 de marzo de 2007

"300" finalmente

Ayer fui a verla, finalmente. Confirmada su condición de película friki por la cantidad de gente sola que había en el cine. Con mi suerte habitual, el tío de al lado portaba ración king-size de palomitas, que le hubiera insertado por vía rectal gustosamente. En su favor hay que decir que las devoraba con tanta fruición que, cuando empezó la película, se le habían terminado (entonces, ¿dónde queda la excusa habitual de este tipo de gente de que hay películas, como "300", que precisan del acompañamiento de palomitas?).

En la primera escena, un tipo examina a un bebé en busca de imperfecciones que justifiquen arrojarlo por un precipio. En la siguiente, un cachas le suelta un hostión a un niño que lo tumba. A partir de ahí, violencia in crescendo, centrada principalmente en las sucesivas batallas entre una panda de psicópatas neonazis (los 300 espartanos) y una multitud de freaks de la peor especie (250.000 según la Delegación del Gobierno, un millón según la Comunidad). Al frente de los primeros, el rey Leónidas y su coletita abertzale; comandando a los segundos, el rey Jerjes, una especie de Reina del Carnaval de Tenerife con piercings muy denterosos por toda la cara. Como he leído en otros blogs, en mi sesión los espectadores también nos descojonamos cuando Jerjes, posando sus manos sobre los hombros de Leónidas, se autodefine como "divino", en una de las escenas más gays de la historia del cine de acción.

Poco más que añadir, que, como digo, los blogs están saturados de comentarios sobre "300", y eso que la estrenaron ayer. Básicamente que, al lado de las batallas aquí rodadas, las de "El señor de los anillos" parecen el Love Parade; que el argumento es más simple que el discurso de Acebes o Pepe Blanco; que los diálogos convierten a "Los bingueros" en una obra de Shakespeare, y que todo se reduce a un espectáculo visual de primera magnitud. Sin haberme convencido del todo anoche, cuando salí del cine, hoy no puedo evitar que determinadas imágenes vuelvan a mí recurrentemente, señal de su carácter único. En fin, que pasé el rato, que era de lo que se trataba.

jueves, 22 de marzo de 2007

"300": a verla sin complejos

La estrenan mañana y estoy deseando verla. Porque ésta no me la descargo de internet, no, que uno de sus puntos fuertes es la estética y en la pantalla del ordenador no se apreciará una mierda. Iré al cine, aun a riesgo de encontrarme rodeado de voraces devoradores de palomitas, sorbedores de refrescos y subespecies similares. Ahora bien, procuraré dejarme el cerebro en casa, porque el argumento viene a ser algo así como "tíos medio en pelotas matándose a hostias".

Periodistas más capacitados que yo, a quienes este resumen debe de parecerles insuficiente, escriben páginas y más páginas sobre el cómic original de Frank Miller, la batalla de las Termópilas, en la que la leyenda sitúa a 300 espartanos frente a un millón de persas (tampoco es tan desproporcionado: Rambo era él solo contra medio ejército de Vietnam), las quejas de las autoridades iraníes por la supuesta mala imagen que da la película de sus antepasados, la metáfora de Occidente resistiendo frente a la amenaza oriental, sus consecuentes paralelismos con la geopolítica actual, la exaltación del militarismo...

Yo insisto: tíos medio en pelotas matándose a hostias, que no hay que avergonzarse. Consciente de que es una hollywoodiense película de acción, no espero de ella más que eso: acción, pasar el rato y, si se tercia, disfrutar de la belleza de las imágenes, por violentas que sean. La gente lleva decenios yendo al Louvre a extasiarse delante de "El rapto de las sabinas" de David, donde los personajes están a lanzazo limpio, y nadie se escandaliza.

Si de un producto como "300" salgo lloriquendo por su brutalidad -que sus responsables no han ocultado en ninguno de los trailers que circulan por la red- o porque no he encontrado en ella el sentido de la vida, será un problema mío, no de la película. Y si la analizo detenidamente y veo en su argumento un reflejo de la represión del Bajo Ampurdán por el Estado español, una alusión velada a la crisis del Real Madrid o las claves cifradas para prever la llegada del Anticristo, será que soy imbécil.