miércoles, 28 de marzo de 2007

Vacaciones

Mañana me voy de vacaciones a una casa rural sin conexión a internet, así que hasta el lunes o el martes que viene no actualizaré el blog. Eso sí, para entonces espero haber recopilado nuevas y jugosas fobias, porque estos días suelen dar mucho de sí: que si los atascos, que si los cabestros al volante (principalmente, de audis, bemeuves y mercedes), que si los menúes tóxicos en restaurantes de carretera, que si los destinos que no cumplen lo prometido, que si los cerdos que dejan regueros de mierda a su paso por una playa o una montaña... Para empezar, a llenar el coche, lo cual, con dos niños, viene a ser como la travesía de Magallanes y Elcano, pero sin ron ni escorbuto. Feliz pre-Semana Santa a todos, que la de verdad la pasaré en casita, viendo todas las películas friki-bíblicas que acostumbran a emitir en tales fechas (mi favorita, "La túnica sagada", con Victor Mature en una de las peores interpretaciones de la historia del cine).

martes, 27 de marzo de 2007

El Pitufo Gruñón


En un blog como éste no podía faltar un emocionado homenaje al Pitufo Gruñón, el pitufo que, mientras sus siempre felicísimos congéneres, más que vivir debajo de hongos, parecen estar bajo sus efectos, odia cuanto sucede a su alrededor. En otras palabras, el único lo suficientemente lúcido para darse cuenta de la patética existencia de los de su condición.

Pongámonos en la piel de este rara avis y miremos por sus ojos. ¿Qué vemos? A una panda de descerebrados, ataviados con barretina catalana blanca, que tienen por máxima aspiración vital la de hartarse de zarzaparrilla (por cierto, ¿qué coño es la zarzaparrilla?) y que, como los Village People, se distinguen por incluir en su vestimenta alguna prenda relacionada con su profesión o carácter.

Vemos también a un padre único que deja corto a San Luis, el de los 100.000 hijos, porque se supone que él solito ha engendrado a todos los pitufos, desde el Deportista y el Leñador hasta, digo yo, el Pitufo Chapero y el Coprófago. ¿Una metáfora bíblica? ¿Papá Pitufo como Dios Padre Creador? Recordemos que no hay ninguna Mamá Pitufa, con lo que o Papá Pitufo -reconocible por la barba y por llevar, él sí, una auténtica barretina catalana roja- es hermafrodita o, en efecto, ha creado a sus pitufos de la nada en el misterioso laboratorio que esconde en su seta.

Ahora bien, en cualquiera de los dos casos, ¿de dónde sale la Pitufina, esa rubia con aspecto de zorrón de puerto que, en un capítulo, aparece de repente en el pueblo pitufil y, claro está, revoluciona la hasta entonces apacible -y onanista- vida de nuestros solitarios amiguitos? Estos, más salidos que Michael Jackson en Juvenalia, llegan al enfrentamiento físico en su empeño por conquistarla. ¿Todos? No, todos menos uno: el Pitufo Gruñón, que no se deja seducir por las zalamerías de esta calientapollas, a quien cuesta poco imaginar en plena gang-bang con los pitufos Camionero, Leñador, Transexual y Negro (porque pitufos negros los hay en otro capítulo, aunque son malos: ¿racismo pitufero?).

Del Pitufo Gruñón hay que decir también que es el único que conjuga los verbos como Dios (o Papá Pitufo) manda: “Odio bailar”, “odio el deporte”, “odio la zarzaparrilla”… son algunas de las frases que lo engrandecen, mientras que las más elaboradas que saben construir sus compañeros son del tipo “Me he pitufado un pitufo después de pitufar”, susceptible de múltiples significados, desde “He desayunado un bollo después de levantarme” hasta “Me he fumado un cigarrillo después de pajearme”.

De esta Sodoma liliputiense, sólo se salva, pues, el Pitufo Gruñón, hasta sus azules huevos de tanta superficialidad, frivolidad, inanidad y muchos más sustantivos que acaban en –idad. Llegado el momento de su inevitable suicidio, es de esperar que, en una nueva muestra de sensatez, decida llevarse consigo al resto de pitufos, revelando los accesos secretos del poblado al mago Gargamel, partidario del Pitufolocausto.

P.D.: Un recuerdo también para el afortunadamente desaparecido “Helado de pitufo”, ideado décadas atrás por alguna compañía de alimentación sin escrúpulos cuyo color azul fosforito hacía de él el dulce más tóxico ingerido por los niños españoles desde los alucinógenos bollos “Pantera rosa”.

domingo, 25 de marzo de 2007

Ramoncín


La trayectoria de este hombre es pasmosa. Aunque aquí hay una biografía completa, ofrezco un resumen, que tampoco es cuestión de dedicarle tiempo.

Ramoncín empezó destronando al Kentucky Fried Chicken y autoproclamándose Rey del Pollo Frito, pseudónimo insólito cuya explicación bien merecería un monográfico de "Cuarto Milenio". Allá por los 70, su majestad aviar salía al escenario vestido como una mezcla de Ana Torroja con el batería de los Sex Pistols. Luego dejó las pintas punkies y optó por el look "colega", que, a su más de 50 años, aún no ha tenido la dignidad de abandonar.

Convertida su carrera musical en un Guadiana creativo, tuvo a bien alternarla con otras actividades más lucrativas. Una de ellas, la presentación del concurso televisivo "Lingo", que mi abuela no se perdía jamás hasta que le vio en la tele abrazando a Felipe González durante un mitin (de Felipe, no de Ramoncín). Otra, la participación como tertuliano en programas de hondo calado intelectual como "Moros y cristianos", donde le acompañaban Pilar Rahola, el Padre Apeles y otros referentes morales, y "Crónicas marcianas". Y una tercera, la edición de ese best seller denominado "El tocho cheli" o algo así, en el que lega a la humanidad sus conocimientos en materia de jerga y palabros castizos.

De unos años a esta parte, este ¿artista/intelectual/hombre del Renacimiento? está empeñado en volver al mundillo musical, para lo cual no se le ha ocurrido nada mejor que participar en festivales tipo Viña Rock, donde tuvo que suspender su concierto al ser abucheado y apedreado por el (nunca mejor dicho) respetable, y ser nombrado no sé qué alto cargo de la SGAE, desde el que ejerce de paladín del antipirateo musical. Esto último es comprensible si se tiene en cuenta que los derechos de autor que cobra este ¿artista/intelectual/hombre del Renacimiento? deben de ser patéticos, porque, en las últimas dos décadas, ¿alguien ha escuchado -en la radio, en una discoteca...- alguna canción de Ramoncín que no sea la de "Hormigón, mujeres y alcohol"? Y claro, vivir de las rentas de UNA canción es complicado. Por cierto, se me fijen en la letra (sólo las tres primeras estrofas, tranquilos):

Litros de alcohol corren por mis venas, mujer (vamos, que se ha equivocado y en vez de meterse un pico se ha pinchado ginebra, el muy inútil).
No tengo problemas de amor (no te lo crees ni tú).
Lo que me pasa es que estoy loco por privar (fascinante verso).

No te preocupes más por mí (si no lo hago).
Voy a dejar esta ciudad (yupiiiiiiii).
Ya no te voy a perseguir (a este hay que meterle una denuncia por acoso que se caga la perra).
Sólo te pido una vez más (dime, pesaíto).

Salta hacia atrás o quitate la ropa, mujer (disyuntiva incomprensible: saltar hacia atrás o quitarse la ropa: ¿qué coño tiene que ver?).
No provoques más mi pasión (ya hay que tener ganas),
Tengo un fuego dentro (vamos, que estás salido)
que no puedo contener (¿has oído hablar de las pajillas?).

Más preguntas: ¿alguien tiene o conoce a alguien que tenga un disco de Ramoncín? Que no sé por qué se preocupa tanto por el pirateo: ¿alguien ha pirateado alguna vez una de sus canciones (doy por hecho que a nadie se le ocurriría un disco entero)?

Llegados a este punto, la verdad es que no sé si incluirlo siquiera en mi ranking de fobias, porque lo que me da es un poquito de pena. Desde aquí te suplico, Ramoncín, que abandones tus actividades actuales, condenadas al fracaso, pidas públicamente perdón a mi abuela (o salgas en la tele abrazando a Aznar, que le hará ilusión: a mi abuela, no a Aznar) y vuelvas a lo que mejor sabes hacer: presentar el "Lingo", que lo de formar palabras de cinco letras es mucho más fácil que componer canciones.

"300" finalmente

Ayer fui a verla, finalmente. Confirmada su condición de película friki por la cantidad de gente sola que había en el cine. Con mi suerte habitual, el tío de al lado portaba ración king-size de palomitas, que le hubiera insertado por vía rectal gustosamente. En su favor hay que decir que las devoraba con tanta fruición que, cuando empezó la película, se le habían terminado (entonces, ¿dónde queda la excusa habitual de este tipo de gente de que hay películas, como "300", que precisan del acompañamiento de palomitas?).

En la primera escena, un tipo examina a un bebé en busca de imperfecciones que justifiquen arrojarlo por un precipio. En la siguiente, un cachas le suelta un hostión a un niño que lo tumba. A partir de ahí, violencia in crescendo, centrada principalmente en las sucesivas batallas entre una panda de psicópatas neonazis (los 300 espartanos) y una multitud de freaks de la peor especie (250.000 según la Delegación del Gobierno, un millón según la Comunidad). Al frente de los primeros, el rey Leónidas y su coletita abertzale; comandando a los segundos, el rey Jerjes, una especie de Reina del Carnaval de Tenerife con piercings muy denterosos por toda la cara. Como he leído en otros blogs, en mi sesión los espectadores también nos descojonamos cuando Jerjes, posando sus manos sobre los hombros de Leónidas, se autodefine como "divino", en una de las escenas más gays de la historia del cine de acción.

Poco más que añadir, que, como digo, los blogs están saturados de comentarios sobre "300", y eso que la estrenaron ayer. Básicamente que, al lado de las batallas aquí rodadas, las de "El señor de los anillos" parecen el Love Parade; que el argumento es más simple que el discurso de Acebes o Pepe Blanco; que los diálogos convierten a "Los bingueros" en una obra de Shakespeare, y que todo se reduce a un espectáculo visual de primera magnitud. Sin haberme convencido del todo anoche, cuando salí del cine, hoy no puedo evitar que determinadas imágenes vuelvan a mí recurrentemente, señal de su carácter único. En fin, que pasé el rato, que era de lo que se trataba.

viernes, 23 de marzo de 2007

El París-Dakar

Venía hacia la oficina escuchando “París-Dakar”, la canción que cierra el mítico EP “Submarines a pleno sol” de “Los Nikis”, cuando me he acordado de mi extraordinaria aversión hacia este evento ¿deportivo? anual. Consiste en subir a un montón de idiotas, que no tienen otra cosa mejor que hacer en la vida que jugársela de la forma más estúpida, a bordo de motos, coches y camiones y animarles a conducir a toda hostia por algunos de los países más pobres del planeta. Resultado: año sí, año no se mata o se pierde alguno en el desierto y, lo que es peor, casi todos los años atropellan a un pobre pastor de cabras o a un niño descalzo que ha cometido la imprudencia de no enterarse a priori del recorrido del “Dakar” (así, a secas, le llaman los entendidos), como si tuviera medios para hacerlo.

Los participantes en este absurdo se refieren a él como una “dura prueba”. ¿Dónde está la dureza? Viene a ser como cuando Álvaro de Marichalar se cruza el Atlántico en moto acuática, que ya son ganas de perder el tiempo, y presume de su fortaleza y resistencia… asistido por un barco de apoyo, siete gepeeses, comunicaciones vía satélite y, no lo olvidemos, el motor de su embarcación, que él no tiene que ir remando precisamente…

Si un “deportista” de estos del “Dakar” quiere saber lo que es una prueba dura, que aparque en el arcén y se vaya a vivir unas semanillas a uno de los poblados africanos junto a los que pasa sin siquiera mirarlos, más atento a no volcar en la siguiente duna. Eso sí que es duro de cojones, no ponerte un mono forrado de pegatinas de patrocinadores y hacer el moñas en una moto o un coche que cuestan más que lo que ganarán cien familias de la zona en toda su vida. Por no hablar de los desechos que generan los vehículos y los equipos de la organización, la contaminación consiguiente, los destrozos en los parajes naturales por los que transitan y los mencionados accidentes.

Con estos magistrales versos concluye la canción de “Los Nikis”, en la que uno de los “deportistas” se estrella contra el árbol del Teneré: “ 2.500 nativos / vienen chillando hacia mí / Tronché su árbol sagrado / Creo que voy a morir”. No caerá esa breva.

jueves, 22 de marzo de 2007

A propósito de "La Ilíada"

Me he acordado de esta obra, que acabé la semana pasada, después de escribir la entrada sobre "300". Es de Homero, de cuya vida nada se sabe. Hay quienes aseguran que existió realmente y quienes opinan que no se trata más que de una "marca" bajo la que se recopilaron diferentes poemas de la tradición oral helénica. ¿Qué más da? El caso es que, hace la friolera de 2.800 años, alguien se había dado cuenta ya de que "llega el hombre a saciarse de todas las cosas: del sueño, del amor, del dulce canto y de la alígera y divertida danza, cosas incomparablemente más agradables, hermosas y deseables que la guerra. Y, sin embargo, estos hombres no se hartan de combatir" (canto XIII). Pues anda que no les quedaba mili por delante a "estos hombres". Desde las murallas de Troya al berenjenal de Irak, esto ha sido un constante arrearnos los unos a los otros y un permanente lamentarlo. Por si alguien se ha hecho ilusiones, el mismo personaje que pronuncia la cita anterior, tan aparentemente pacifista, momentos antes "hundía su espada en la frente del troyano, encima de la nariz. Crujieron los huesos y los ojos, ensangrentados, cayeron en el polvo a los pies del guerrero, que se dobló y desplomó sobre el suelo". Vamos, que, después de masacrar al enemigo, se pone tierno. ¿Contradictorio? Sí, pero, en otras palabras, muy humano.

Dice Pérez-Reverte, que de guerras tiene alguna experiencia, que cualquiera de nosotros, dadas determinadas circunstancias, no dudaría en matar, torturar, violar, saquear... Puede ser. Menos radical, creo haberle leído a Rosa Montero un planteamiento simplón pero eficaz, según el cual hay unas pocas personas buenas, muy buenas; otras pocas malas, muy malas, y, entre medias, una inmensa mayoría, capaz, según sople el viento, de lo mejor y de lo peor. Por eso se asemejan tanto los pacifistas extremos y los belicosos que lo solucionarían todo a golpes, porque se olvidan de esa mayoría, porque ignoran ingenuamente su complejidad y sus contradicciones.

Vi hace tiempo un documental en el que contaban que, cuando China invadió el Tíbet, los monjes budistas mandaron su milenaria doctrina de la no violencia a hacer puñetas y acabaron pegando tiros para defenderse de la agresión. Porque una cosa es ser monje y otra, gilipollas. Que lo de poner la otra mejilla está muy bien hasta que empieza a escocer. Y que lo de machacarle la mejilla al prójimo que se deja resulta fácil hasta que a éste se le inflan las narices. Que, en suma, cada problema humano -o entre humanos- requiere su propio análisis y su solución única y puntual. ¿Alguien se imagina qué hubiera pasado si Gandhi, el pacifista por antonomasia, cuyas enseñanzas y métodos intentan extrapolar algunos a tantos conflictos, en vez de a los ingleses -a lo mejor unos imperialistas de mierda, pero civilizados al fin y al cabo-, hubiera tenido enfrente a los nazis? "Entrañable abuelito, ¿nos haría el favor de entrar en esta cámara de gas y aspirar bien fuerte?". Y no hace falta imaginar, porque lo leemos en la prensa todos los días, qué le ha ocurrido a Bush, el ídolo de los belicistas occidentales, en Irak (casi sería mejor: qué le ha ocurrido a Irak con Bush).

¿A dónde nos lleva todo esto? Ni idea. Es lo malo de actualizar el blog pasadas las doce de la noche. Empiezas hablando de la Ilíada, que queda muy intelectual, y terminas desbarrando más que Jesús Quintero con cuatro copas, así que procedo a etiquetar esta entrada como paja mental y me voy a la cama.

"300": a verla sin complejos

La estrenan mañana y estoy deseando verla. Porque ésta no me la descargo de internet, no, que uno de sus puntos fuertes es la estética y en la pantalla del ordenador no se apreciará una mierda. Iré al cine, aun a riesgo de encontrarme rodeado de voraces devoradores de palomitas, sorbedores de refrescos y subespecies similares. Ahora bien, procuraré dejarme el cerebro en casa, porque el argumento viene a ser algo así como "tíos medio en pelotas matándose a hostias".

Periodistas más capacitados que yo, a quienes este resumen debe de parecerles insuficiente, escriben páginas y más páginas sobre el cómic original de Frank Miller, la batalla de las Termópilas, en la que la leyenda sitúa a 300 espartanos frente a un millón de persas (tampoco es tan desproporcionado: Rambo era él solo contra medio ejército de Vietnam), las quejas de las autoridades iraníes por la supuesta mala imagen que da la película de sus antepasados, la metáfora de Occidente resistiendo frente a la amenaza oriental, sus consecuentes paralelismos con la geopolítica actual, la exaltación del militarismo...

Yo insisto: tíos medio en pelotas matándose a hostias, que no hay que avergonzarse. Consciente de que es una hollywoodiense película de acción, no espero de ella más que eso: acción, pasar el rato y, si se tercia, disfrutar de la belleza de las imágenes, por violentas que sean. La gente lleva decenios yendo al Louvre a extasiarse delante de "El rapto de las sabinas" de David, donde los personajes están a lanzazo limpio, y nadie se escandaliza.

Si de un producto como "300" salgo lloriquendo por su brutalidad -que sus responsables no han ocultado en ninguno de los trailers que circulan por la red- o porque no he encontrado en ella el sentido de la vida, será un problema mío, no de la película. Y si la analizo detenidamente y veo en su argumento un reflejo de la represión del Bajo Ampurdán por el Estado español, una alusión velada a la crisis del Real Madrid o las claves cifradas para prever la llegada del Anticristo, será que soy imbécil.

miércoles, 21 de marzo de 2007

Spiderman y el integrismo religioso

Engendrado por un padre, fue criado por otro. Su infancia se desconoce, pero, al salir de la adolescencia, comenzó a trabajar en pro de la humanidad aprovechando sus dones especiales. ¿Estamos hablando de Jesucristo? No, de Spiderman.

Ocurre que el fundador del cristianismo y el personaje de la Marvel presentan sorprendentes similitudes. Ambos tienen personalidad múltiple (triple en el caso del Hijo de Dios, que es también Padre y Espíritu Santo; doble en el de Spiderman, que es Peter Parker en los ratos libres); un padre que cuida de ellos que no es el mismo que puso la semillita (Dios/San José vs. el papá de Peter/tío Ben); superpoderes que utilizan para hacer el Bien; un oficio a tiempo parcial para sufragar los gastos de sus andanzas (carpintero vs. fotógrafo); una figura materna virginal (la tía May carece de descendencia propia, lo cual es sospechoso a la vista del saludable aspecto de su marido), y una amiguita pelín guarrilla con la que no acaban de llegar a mayores (María Magdalena vs. Mary Jane).

Ahora bien, mientras que de la existencia de Jesucristo sólo tenemos unos cuantos testimonios -el Nuevo Testamento, los apócrifos y referencias sueltas de historiadores romanos-, los de Spiderman se cuentan por miles. Desde que la Buena Nueva de su conversión en Hombre-Araña fue transmitida a la humanidad en 1962, no han cesado de aparecer pruebas de su existencia. Y su Misión es totalmente altruista: hace el Bien porque sí, sin pedir nada a cambio, ni oraciones, ni donativos, ni actos de contrición, ni aburridos ritos dominicales.

Es más, en caso de sufrir una agresión, ¿a quién preferirías a tu lado para defenderte? ¿A un tipo capaz de cegar a su contrario con una red arácnida e inflarle a hostias hasta dejarlo empotrado en medio de las torres KIO o al que dijo aquello de “Si te pegan, pon la otra mejilla?” Por no hablar de otras declaraciones de este último como “Yo soy el que soy”, propia de quien no se ha preocupado de formarse adecuadamente, a diferencia del pobre Peter Parker, licenciado en Químicas después de años de sacrificios y noches en vela.

Los odiosos fieles de cualquier religión aficionados a considerarla la Única y Verdadera -nada que ver con los que van a su bola sin dar por saco a los demás- deberían tomar nota de todos estos planteamientos. Tanto respeto merece el señor que se postra en una iglesia de Roma como el que lo hace a los pies de un árbol en Guinea-Conakry porque cree que allí habitan los espíritus de sus antepasados. Y probablemente más aún merezcamos los spidermanistas, que, por ejemplo, no nos cabreamos si alguien hace una película de nuestro Amado Líder follando con su novia -de hecho, lo estamos deseando- o se pone una camiseta con su efigie (de hecho, correríamos a comprarla).

martes, 20 de marzo de 2007

Graffities

O como se escriba. Porque, con lo que los odio, no me voy a molestar en averiguarlo, así que llamémosles mejor pintadas, en castizo. Sí, pintadas. No "arte urbano". Porque aquí llega un imbécil, estampa su firma o un garabato en el pedestal de una estatua y tiene la tranquilidad de que acabará pasando por delante alguien aún más imbécil que él que llamará a eso "arte". Y que, con suerte, se cascará una paja mental del tipo "esta pintada es una expresión del decontento popular con la carestía de espacios urbanos en los que dar rienda suelta a la creatividad de outsiders que no encuentran su sitio en los circuitos oficiales (gracias a Dios) y han de buscar en la calle los mecanismos para expresar con la libertad que precisan unas inquietudes hondamente arraigadas en el subconsciente colectivo, contactando con él para retroalimentarse, bla, bla, bla...", momento en el cual tal individuo debería ser condenado a cadena perpetua en una prisión turca mientras su casa es asaltada por una banda de grafiiteros drogados, a ver si decorando las paredes de su salón le parecen tan artistas.

En efecto, si las pintadas son arte, ¿por qué sus responsables no las hacen en el hogar paterno (doy por hecho que viven con papá y mamá porque a tipos así no los veo yo muy capaces de independizarse económicamente)? En Madrid fue muy famoso un tal "Muelle", que tenía estampada su firma en media ciudad, sobre todo en los andenes del metro, como si estos no fueran de por sí suficientemente asquerosos. De él (también doy por hecho que los graffiteros son hombres en su inmensa mayoría, prueba palpable de la superioridad del género femenino) corrieron muchos rumores: que si otros retrasados imitaban su firma y por eso había tantas, que si había multinacionales en su busca para comprarle los derechos del nombre... Sólo espero que sea cierto uno de ellos: que ha muerto. Desde hace por lo menos una década, no se ha vuelto a saber de él, señal de que o ha palmado -intoxicado con tanto spray y espero que sufriendo- o se ha cansado de hacer el capullo.

Mención aparte merecen, entre estos "artistas urbanos", los que demuestran cierta habilidad en el dibujo y le ponen empeño a la cosa, optando por la pintada figurativa. Por ejemplo, en la Plaza de San Juan de la Cruz, en Madrid, subiendo por Ríos Rosas a la izquierda, el enorme lateral de un edificio de viviendas está decorado con una silueta humana bastante lograda que embellece lo que, si no, sería una pared de ladrillo más fea que Rossy de Palma antes del desayuno. Digo yo que a este graffitero le habrá dado permiso el Ayuntamiento o quien se encargue de ello para integrar su obra en el entorno, porque de eso se trata: si una ciudad es el proyecto común de todos sus habitantes, nadie puede imponer sus gustos (sus firmas, sus garabatos, sus mierdas, sus dibujos... sus lo que sea) a los demás.

En cuanto al argumento de que, si estos "artistas" -los que van por libre, no los "supervisados"- no pintan en la calle, no tienen otro sitio donde los demás puedan admirar su obra, quienes lo esgrimen deberían plantearse tres preguntas. La primera: ¿por qué no tienen otro sitio? A lo mejor porque como artistas son una puta mierda y no les dejarían exponer ni en el Centro Cultural de Alpedrete. La segunda: ¿qué necesidad tenemos los demás de admirar semejantes bodrios? ¿Nos han preguntado, antes de perpetrarlos, si queremos verlos? La tercera: si tanto precisan del reconocimiento ajeno, ¿por qué no crean un blog tan sencillito como éste y cuelgan en él cuanto garabato absurdo quieran someter a la admiración de la humanidad entera?

No puedo terminar sin una referencia expresa a la vestimenta de los graffiteros, que suele ser de tres tipos: chándal sin capucha, chándal con capucha y chándal con capucha y pasamontañas. Esta última y elegante combinación es la preferida para salir en programas de la tele como "Espejo público" explicando anónimamente el valor de su arte, la falta de de espacio, lo malos e ignorantes que son los policías que los persiguen, bla, bla, bla... Ah, y se me olvidaba el peligro que corren o nos hacen correr a los demás los muy cretinos. El otro día iba por la Nacional II, de vuelta a Madrid, y debajo de Arturo Soria, en pleno arcén, había un chandalero fotografiando a otro que posaba orgulloso junto a un engendro recién pintado, despreciando a los coches que pasaban a su lado a toda hostia. No llego a ir por el carril izquierdo y les meto un viaje que a estas horas iban a estar decorándole las puertas a San Pedro.

Todo es empezar...

Pues sí, al final me he animado y heme aquí con mi flamante blog. Por ahora parece fácil. Apenas he tenido que seguir unas cuantas indicaciones y, cuando me he querido dar cuenta, ya estaba hecho. Son de agradecer tantas facilidades, porque pocas cosas me dan más pereza en esta vida que leer instrucciones. Creo que fui una de las últimas personas en tener reproductor de CDs en España, no por fidelidad al vinilo y su entrañable sonido a freidora del McDonald's, sino por vaguería, por no tener que aprender a usarlo. A mí, las explicaciones en plan Coco el de "Barrio Sésamo" o me pierdo.

El objetivo de este blog es, como su nombre indica, recopilar fobias personales y ajenas. ¿Qué es una fobia? Según la Real Academia: (1) aversión obsesiva a alguien o a algo; (2) temor irracional compulsivo. !En efecto! Por fobia me refiero al odio más visceral que se pueda sentir sin un motivo especialmente razonado. Por ejemplo, puedes odiar a Bin Laden y a Ramoncín, pero, si lo analizas detenidamente, te sorprenderá darte cuenta de que el odio que sientes hacia el primero es un odio lógico, meditado, que no te saca de quicio. Sin embargo, al hacer lo propio con el Rey del Pollo Frito, el Gran Tertuliano, el Padre de la Modernidad, descubres que pierdes los nervios, que algo te corroe las entrañas, que te darías cabezazos contra la pared porque prefieres morir a dedicar un segundo más de tu vida a pensar en semejante individuo.

Otro ejemplo: abres el periódico, ves una foto de Bush y piensas: "Menudo hijoputa; ¿cómo puede estar el país más poderoso del mundo gobernado por un chimpancé?". Como máximo, pasas página. Ahora bien, estás comiendo en un bar y el tipo de al lado se pone a hablar mientras mordisquea, juguetea o simplemente mueve entre sus babosos labios un palillo usado... ¿Acaso no te entran ganas de abalanzarte sobre la barra, arrebatarle el cuchillo jamonero al camarero y hacer que Hannibal Lecter parezca un boy scout a tu lado?

Pues bien, fobias como éstas son las que quiero recoger en este blog, porque, como diría un psicólogo pedante (o sea, como diría un psicólogo), no hay como verbalizarlas (pondría esta palabra en cursiva o negrita, pero no sé hacerlo) para que dejen de reconcomernos y el nazi intransigente que todos -nos declaremos de izquierdas o de derechas, del Madrí o del Aleti, tigres o leones, de los Beatles o de los Rolling- llevamos dentro se calme un rato, al menos hasta que se plantee su próxima fobia. "Mejor desbarrar que subirse a una azotea a pegar tiros" sería un buen lema para este blog, en el que, no obstante, espero ir refiriéndome también a todos esos amores, pasiones y aficiones que acaban floreciendo como rosas en un vertedero (qué pedante: ¿seré psicólogo?).