miércoles, 21 de marzo de 2007

Spiderman y el integrismo religioso

Engendrado por un padre, fue criado por otro. Su infancia se desconoce, pero, al salir de la adolescencia, comenzó a trabajar en pro de la humanidad aprovechando sus dones especiales. ¿Estamos hablando de Jesucristo? No, de Spiderman.

Ocurre que el fundador del cristianismo y el personaje de la Marvel presentan sorprendentes similitudes. Ambos tienen personalidad múltiple (triple en el caso del Hijo de Dios, que es también Padre y Espíritu Santo; doble en el de Spiderman, que es Peter Parker en los ratos libres); un padre que cuida de ellos que no es el mismo que puso la semillita (Dios/San José vs. el papá de Peter/tío Ben); superpoderes que utilizan para hacer el Bien; un oficio a tiempo parcial para sufragar los gastos de sus andanzas (carpintero vs. fotógrafo); una figura materna virginal (la tía May carece de descendencia propia, lo cual es sospechoso a la vista del saludable aspecto de su marido), y una amiguita pelín guarrilla con la que no acaban de llegar a mayores (María Magdalena vs. Mary Jane).

Ahora bien, mientras que de la existencia de Jesucristo sólo tenemos unos cuantos testimonios -el Nuevo Testamento, los apócrifos y referencias sueltas de historiadores romanos-, los de Spiderman se cuentan por miles. Desde que la Buena Nueva de su conversión en Hombre-Araña fue transmitida a la humanidad en 1962, no han cesado de aparecer pruebas de su existencia. Y su Misión es totalmente altruista: hace el Bien porque sí, sin pedir nada a cambio, ni oraciones, ni donativos, ni actos de contrición, ni aburridos ritos dominicales.

Es más, en caso de sufrir una agresión, ¿a quién preferirías a tu lado para defenderte? ¿A un tipo capaz de cegar a su contrario con una red arácnida e inflarle a hostias hasta dejarlo empotrado en medio de las torres KIO o al que dijo aquello de “Si te pegan, pon la otra mejilla?” Por no hablar de otras declaraciones de este último como “Yo soy el que soy”, propia de quien no se ha preocupado de formarse adecuadamente, a diferencia del pobre Peter Parker, licenciado en Químicas después de años de sacrificios y noches en vela.

Los odiosos fieles de cualquier religión aficionados a considerarla la Única y Verdadera -nada que ver con los que van a su bola sin dar por saco a los demás- deberían tomar nota de todos estos planteamientos. Tanto respeto merece el señor que se postra en una iglesia de Roma como el que lo hace a los pies de un árbol en Guinea-Conakry porque cree que allí habitan los espíritus de sus antepasados. Y probablemente más aún merezcamos los spidermanistas, que, por ejemplo, no nos cabreamos si alguien hace una película de nuestro Amado Líder follando con su novia -de hecho, lo estamos deseando- o se pone una camiseta con su efigie (de hecho, correríamos a comprarla).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Creo que el verdadero problema radica en que la autoría de las aventuras y desventuras del joven Jesucristo recaía en un sistema de publicación semejante al de Stephen king (piramidal, estamental)y, supongo, que al espichar el creador del personaje, los asalariados perdieron cohesión en sus aportaciones y, al no llegar a acuerdo sobre la línea que el guión debía de tomar, no supieron renovarse, lo dejaron por imposible, sus poderes envejecieron, sus cualidades quedaron obsoletas y sus seguidores empezaron a asemejarse a los grupos freakis-fanáticos de otras tantas figuras heróicas de actualidad. En fin, y el pobre Uderzo, currándoselo todo él solo... Ese sí que era un artista.

Otis Driftwood dijo...

Ya te digo. Pero que conste que Uderzo tuvo durante mucho tiempo a Goscinny -o como se escriba- haciéndole los guiones. Aquí el verdadero genio es Francisco Ibáñez. Vas a la Feria del Libro, comparas su cola -de gente para firmar, entendámonos- con la de TODOS los demás escritores y flipas. Mortadelo y Filemón forever!