martes, 3 de abril de 2007

Apuntes vacacionales

Es decir, recuerdos y reflexiones todo-a-cien que demuestran la capacidad de desbarre de la mente humana durante las vacaciones (en este caso, en una casa rural en Caravaca de la Cruz, Murcia).

- Se confirma que audis, mercedes y bemeuves son las marcas favoritas de los hijoputas -siempre hombres- para los que en la carretera no hay más carril que el izquierdo y su vida y la de los demás importan un pimiento (en lo de su vida les doy la razón).

- Nada más llegar a la casa rural, mi hijo de tres años saludó al dueño con un refinado “Hola, caca”. Por suerte, pasó desapercibido para el señor, sordo a todo lo que no fuera su incesante verborrea sobre las bondades del inmueble, entre las que destacó el hecho de que el sillón hubiera sido adquirido en El Corte Inglés (¿y?). Qué envidia me dan los niños y los ancianos, a los que se les disculpa el socialmente imperdonable pecado de decir lo que se piensa. Imaginé la cara de varios conocidos si me diera el gustazo de soltarles un “Hola, caca” la próxima vez que me los encuentre.

- En el santuario de Caravaca hay un lignum crucis, es decir, un presunto trozo de la supuesta cruz en la que presumiblemente fue crucificado Jesucristo. Pues muy bien. Allá cada uno con sus creencias. Para mí tiene el valor histórico de haber sido objeto de culto desde hace unos ocho siglos, lo que justifica haberme subido unos 500 escalones con un carrito de bebé a cuestas.

- Aún existen tomates que saben a tomate. Y los tienen escondidos en Murcia. Qué diferencia con esas cosas harinosas y aguadas que venden en Madrid, supongo que repletas de pesticidas o engordadas artificialmente.

- Hay pocas cosas tan hermosas en la Naturaleza como un caballo. En una finca junto a la casa rural pastaba uno blanco que se me quedaba mirando todos los días al pasar con el coche. Ojo a la reflexión que me descubrí haciendo en una de esas ocasiones: algún día los caballos se vengarán de los hombres por haberlos usado durante tantos siglos para ir a la guerra. No había bebido; es mi cerebro, que funciona así.

- Las esculturas, relieves y adornos de la fachada de la preciosa catedral de Murcia están cubiertos con una especie de clavos que, perpendiculares a la pared, evitan que se posen las palomas y defequen sus corrosivas cacas. Cuando lo descubrí, me imaginé a una paloma (¿no era el símbolo de la paz?) sangrando, ensartada junto a un relieve de la Virgen. También pensé: ¿es en esta plaza, frente a la catedral, donde Ramonchu García nos tortura año tras año con el programa más bizarro de la tele, "Murcia, qué hermosa eres"?, duda que sigo sin resolver.

- Hay un niño asqueroso en Cartagena que es igualito a Nigel, el malo traidor de la película “Top secret” (sí, el de los rizos rubios que se disfraza de vaca y es sodomizado por un buey). Se dedica a eso mismo: a dar por culo a otros niños que intentan compartir con él los columpios. Agradecería a todo visitante de tan bonita ciudad costera que, si se topa con él, le meta una colleja cuando no miren sus padres.

- En el puerto de Cartagena estaba la réplica de la nao Victoria con la que, hace un par de años, unos “aventureros” de esos tipo Álvaro de Marichalar o Quitín Muñoz (creo que, de hecho, este último) dieron la vuelta al mundo emulando la hazaña de Magallanes y Elcano. Ocurre que, mientras estos tuvieron que rodear América y África, quitines y marichalares acortaron por los canales de Suez y Panamá. Qué listos. Por otro lado, al subir a bordo la primera vez, dos de los encargados del tinglado, ataviados con un niki con el escudo de España y la leyenda “Administración General del Estado” en el pecho, se enzarzaron en una disputa a propósito del abrigo que uno de ellos había dejado tirado de mala manera en una barandilla. El uno -al que llamaremos “el Sensato”- argumentaba que aquello era un museo y había que tratarlo como tal; el otro, el del abrigo -al que llamaremos “el Gilipollas”-, gritaba, delante de todos los visitantes, que él dejaba su abrigo donde le salía de los cojones y que estaba hasta los huevos de que le dieran órdenes. Qué bella metáfora de la Administración del Estado. Al subir a bordo por segunda vez, mi hijo -supongo que para poner orden- se autoproclamó capitán del barco, preguntó por Peter Pan y pidió que le enseñaran dónde estaba escondido el tesoro. Afortunadamente, “el Gilipollas” había quedado relegado a la alienante tarea de regalar gorritas y bolsas a la salida y “el Sensato”, aprovechando que nadie miraba, nos dejó pasar al clausurado camarote principal en busca de Peter Pan y el tesoro. Ventajas de viajar con niños.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Querido Otis: tu aprecio por los caballos me recuerda a la de Gulliver hacia los houyhnhnms, los caballos sabios que dejaban a la altura del betún a los yahoos (o sea, los humanos). Me parece que es algo que te honra, aunque me gustaría ver qué pondrías después de cabalgar un rato. Con todo, he de decir que no pega nada en este blog y que únicamente el comentario del niño collejeable lo compensa. Sí, hay niños altamente collejeables, ¿qué pasa?

sonia f dijo...

Siiiiiiiii... Nigel era lo peor... yo le detesto...
Nunca entendí que -aquellacuyossenosdesafíanlaleydelagravedad- se enamorara de él.

missterio dijo...

Desde luego qe hay niños que parecen merecer una colleja, pero... se la merecen ellos, o sus padres? Seguro que mientras Nigel intentaba saboter el día de columpios de los demás niños, sus padres estaban tan tranquilos, sentados, charlando, y de vez en cuando mirando a su collejable hijo con rostro orgulloso, mientras comentan lo despierto y gracioso que es, e incluso alardeando con los demás padres de lo gallito que es su niño con frases como:es el dueño del columpio. Creo que la colleja se la merece los Sres. de Nigel, y de rebote... que le caiaga alguna a Nigelito.

Otis Driftwood dijo...

No. En vez de sus padres, rondaban por allí unos seres que debían de ser sus tíos y que también se dedicaron a hacer el capullo encima de los columpios, ignorando un cartel que advertía claramente: "Prohibido su uso a mayores de 18 años". Deduzco que eran analfabetos.