lunes, 28 de mayo de 2007

El político del día

En España, acaban las elecciones y comienzan las erecciones, es decir, las pajas mentales de los partidos políticos para demostrarnos que han ganado todos (salvo Simancas y Sebastián, que lo suyo no lo salva ni el mismísimo Onán). Como las declaraciones de esta chusma no tienen el menor interés, pienso en otra erección: la que ha debido de lucir el cadáver de Toshikatsu Matsuoka, que ya se sabe que todos los ahorcados mueren empalmados.

¿Que quién es este hombre? Pues, a mi juicio, el político del día: el (ya ex) ministro de Agricultura japonés, al que han encontrado colgando de una cuerda antes de una sesión del Senado de su país en la que debía declarar por supuesta malversación de fondos públicos. En concreto, según elmundo.es, “ha sido acusado de aceptar donaciones por parte de empresarios que optaban a proyectos públicos dependientes de su departamento y de no dar una explicación clara de elevadas partidas presupuestarias de su Ministerio”. Así que, en plena resaca postelectoral y en esta vorágine de triunfalismos y sesudos análisis de tertulianos y otros animales, me he descubierto a mí mismo más interesado en la política de Japón. La reflexión me ha resultado inevitable: ¿te imaginas que todos los consejeros y concejales españoles que aceptan “donaciones” de constructores y promotores siguieran el ejemplo del señor Matsuoka? No quedaba ni el Tato, ese amigo de Rajoy al que tanto gusta de referirse.

Por desgracia, las posibilidades de que ocurra algo así son ínfimas. Si nuestros políticos no dimiten ni aunque quintupliquen sospechosamente su patrimonio en cuatro años de mandato, ¿cómo pretender que se suiciden? A lo mejor es que no se lo ponemos fácil. En la antigua Roma, por remontarnos a nuestros sabios ancestros culturales, a los altos cargos pillados con las manos en la masa se les ofrecía la salida honrosa de acabar con su propia vida, en vez de a manos del verdugo o el centurión de turno. Y, si no tenían espada, se les prestaba una.

Combinando este ejemplo con el del ministro nipón, propongo la instalación de una horca en el despacho oficial de todos los consejeros y concejales que van a tomar posesión en los próximas días. Así, si les pillan y se les pasa por la cabeza la posibilidad de colgarse, podrán hacerlo en el momento, sin tiempo para arrepentirse. Esta sugerencia conlleva, además, la creación de puestos de trabajo, ya que un cuerpo de funcionarios especializados velaría por la colocación, mantenimiento y supervisión de las horcas. Está por ver si tales competencias se centralizarían a nivel estatal o se transferirían a las comunidades autónomas (en cuyo caso, en Cataluña sólo podrían ejercer el nuevo cargo de "hanging monitor" quienes tuvieran el título 3 de catalán hablado y escrito).

El problema, imagino, vendrá por otro lado. Pasados los comicios, terminará la fascinante guerra mediática por desvelar los casos de corrupción del oponente y minimizar los propios. Entretanto, maletín mediante, la costa española seguirá enladrillándose hasta que el cambio climático ponga las cosas en su sitio y quienes hoy acuden al reclamo de la primera línea de playa se sorprendan veraneando en segundo nivel bajo el agua.

P.D.: Si, en vez de colgarlos, a todos estos corruptos, especuladores y -en expresión de su santo patrón, Jesús Gil- "babiosos" los crucificaran como al final de la película "Espartaco", uno detrás de otro a un lado de la carretera, ¿hasta dónde llegaría la fila?

3 comentarios:

Tarquin Winot dijo...

¿Hasta Marbella?

Anónimo dijo...

Y pensar que el harakiri como forma de suicidio obligatorio quedó abolido hace sólo 140 años...

Anónimo dijo...

Pues en China también acaban de condenar a muerte al tipo encargado del control de fármacos por aceptar sobornos. Total, porque aprobó una pasta de dientes con un ingrediente de los anticongelantes… Es que los orientales son unos salvajes. Con la de puestos de trabajo que crean las prisiones. Qué poca visión de futuro.