
O sea, películas que uno no comentaría en una reunión con críticos de esos que se pajean con el cine iraní o para los que "Babel” es el “paradigma de la deconstrucción narrativa” pero que, por más que las ponen en la tele, no puede dejar de ver.
- "Aterriza como puedas".
El surrealismo hecho película. Ese comandante preguntando al niño que visita la cabina si ha estado alguna vez en una prisión turca, esa azafata que ofrece a una anciana interesada en leer algo el folleto “Viejas leyendas de deportes judíos”, esa histérica ante la que el resto de pasajeros hace cola para hostiarla, ese Karim Abdul Jabbar saliendo a rastras con el uniforme de los Lakers, esas conversaciones del tipo: “Debemos aterrizar lo antes posible, hay que llevarlos a un hospital” / “¿Qué es, doctor?” / “Un gran edificio blanco lleno de camas y enfermos, pero eso no importa ahora, señorita...” Podré verla mil veces y me seguiré riendo con escenas como éstas, aunque me las sepa de memoria (o precisamente por ello).
- "Top secret".
De los mismos y, por tanto, igual de surrealista: el vendedor ambulante que ofrece “zurullos de coña”, la presentación de los miembros de la Resistencia francesa (Café au lait, Croissant, Canapé, Tour Eiffel…), “aquella-cuyos-senos-desafían-la-ley-de-la-gravedad”, la abuela en taca-taca que responde a la llamada que debe anular una ejecución, el guerrillero que estornuda y, al ver el “resultado” en sus manos, se tira por la ventana…
- "Granujas a todo ritmo".
Patética traducción de “The Blues Brothers”, pues de ellos trata la película, de los hermanos Jack y Elwood Blues, creados por los actores Dan Aykroyd y John Belushi para resucitar los grandes clásicos del soul en giras organizadas al efecto en Estados Unidos. El planteamiento es simple: tras la salida de la cárcel de Elwood, éste tiene una visión: han de reunir a la banda para recaudar fondos con los que salvar el orfanato en el que estuvieron de niños. En el camino, se toparán con Aretha Franklin, Ray Charles o James Brown; serán perseguidos por músicos country, nazis y policías; intentará asesinarlos la exmujer de Jack, interpretada ni más ni menos que por Carrie Fisher (la princesa Leia)… y todo ello sin quitarse en ningún momento los sombreros, las gafas de sol y los trajes negros, copiados por “Caiga quien caiga”, y sin que dejen de sonar clásicos como “Think”, “Sweet home Chicago” o “Everybody needs somebody to love”. Dicen que la persecución de coches del final es la mejor de la historia del cine.
- "Forrest Gump".
Es original la idea de repasar la historia reciente americana de la mano de un retrasado mental, atribuyéndole algunos hitos de la misma y presentándolo como el único personaje con principios sólidos, capaz de saltar de su barco en marcha porque le gritan desde la orilla que su madre se está muriendo. Otras escenas favoritas: la de Forrest dando de hostias a un líder de los “panteras negras” que osa pegar a su amada, la de los frikis que lo convierten en una especie de líder espiritual por dedicarse a correr de costa a costa, la de su creación accidental del icono Smiley…
- "Un día de furia.
¿Cómo no sentirse identificado con el protagonista? ¿Cuántas veces hemos sentido ganas de amenazar con una recortada al típico dependiente o funcionario incapaz de saltarse una norma por muy lógico que resulte hacerlo, como la camarera de la hamburguesería que se niega a servir un desayuno a Michael Douglas por pasar dos minutos de la hora estipulada? ¿Hasta qué punto deseamos los madrileños disponer de un bazoka con el que volar alguna de esas aceras levantadas una y mil veces por tanta obra? ¿Qué no daríamos por acojonar con nuestro arsenal a los despreocupados usuarios de un campo de golf construido, especulación mediante, sobre lo que antes era un parque infantil?
- Las de Bud Spencer y Terence Hill.
Es decir, “Y si no, nos enfadamos”, “Estoy con los hipopótamos”, “Dos superpolicías” y tantas otras películas increíblemente malas pero, como pocas, capaces de provocar tanta nostalgia a un treintañero. Ahora resultarían políticamente incorrectas, porque el tema, siempre el mismo, radicaba en la resolución de conflictos a bofetada limpia, pero ¡qué bofetadas! Con la mano abierta y hacia abajo las de Spencer; con todo tipo de objetos (sartenes, palos de billar, raquetas…) las de Hill. Recuerdo que, en el colegio, nos invitaron a todos los alumnos a ver una de sus películas, no recuerdo cuál. El caso es que, en un momento determinado, después de que el malo –un comisario corrupto o algo así- le hubiera estado tocando las pelotas durante todo el metraje a Bud Spencer, éste le metía un soplamocos que lo dejaba tumbado y que todos los espectadores esperábamos como agua de mayo. ¡La sala estalló en aplausos y hurras! ¿Dónde se ve eso ahora?
- "Abierto hasta el amanecer".
Pocas cosas desahogaban tanto como esos videojuegos sin argumento en los que podías dejar el cerebro en la habitación de al lado y preocuparte tan sólo de masacrar a todo aquel que se cruzara en tu camino. Como estas distracciones han pasado a la categoría de arte (igual que los cómics, que ahora son “novelas gráficas”), se han enrevesado hasta extremos inverosímiles (para jugar a algunos hay que haberse leído la obra completa de Tolkien o tener una licenciatura en Aeronáutica) y uno no tiene tiempo ni ganas que dedicarles, la segunda parte de esta peliculilla de Robert Rodríguez ofrece esa relajante dosis de violencia gratuita que todos necesitamos de vez en cuando para rebajar la tasa de adrenalina. George Clooney y Harvey Keitel exterminando vampiros y zombies mientras suena la música de “Tito y tarántula”… qué placer.
- "Grease".
Al igual que todos llevamos dentro un nazi intolerante -o un estalinista violento, por satisfacer a todas las sensibilidades políticas- al que apaciguar con películas como las anteriores, todos tenemos nuestro lado hortera. Y “Grease” es la exaltación de la horterada, con sus personajes vestidos de chuloputas, sus cantantes sin complejos a la hora de entonar el falsete, sus coches rosas con alerones, sus coreografías grotescas… y esos nombres, Sandy y Danny, que vendrían a ser nuestros actuales Jonathan y Jennifer.
P.D.: Volviendo al cine iraní, recuerdo una peli que vi, titulada "¿Dónde está la casa de mi amigo?", cuya sinopsis decía algo así como "Un niño, viendo que su amigo se ha olvidado el cuaderno en clase y que el profesor le castigará por ello al día siguiente, decide hacerle los deberes y buscar su casa para dárselo". Bien, pues resulta que la sinopsis coincidía al pie de la letra con el guión, porque eso, y no otra cosa, era lo que pasaba en hora y media. El puto niño protagonista hacía los deberes, buscaba la casa del colega, más desorientado que Jesulín de Ubrique en el Thyssen, y, cuando la encontraba, le daba el cuaderno de marras... y se acabó.